Candidato o estadista | El Nuevo Siglo
Lunes, 23 de Agosto de 2021

El abanico de candidatos a la presidencia en Colombia se explaya cada vez más. Pareciera ser el más preciado de los encargos aun cuando no mucho se profundice en el talante requerido de estadista, dejando en el pueblo soberano la responsabilidad de su escogencia.

La varia pinta de aspirantes evidencia las bases de una democracia madura. Sin embargo, por el lado pragmático, las distintas tendencias en el futuro cercano buscarán alinearse en la izquierda o la derecha, en medio de una fuerte polarización, aunque se toque el centro como mensaje.

Todos, candidatos, activistas y ciudadanos en general, también guardan la esperanza de llegar, a los tres meses antes de la elección, a consultas interpartidistas o coaliciones que aseguren llegar con fuerza y unión bajo un solo nombre. Así, la fortaleza de las distintas campañas, la recolección de firmas o las decisiones internas de los partidos se convierten en una precampaña, con tintes de estrategia electoral.

Para el elector, el meollo está ahí: en encontrar y escoger a quien tenga las calidades de estadista. Tal como se dice popularmente, la respuesta está en resolver quien realmente tiene al país en la cabeza. Se trata de tener el carácter, que enuncia mucho el colombiano, para manejar los distintos hilos y, en especial, ser capaz -sin dejar de construir sobre lo construido- de proyectar y hablar de una visión nueva, en grande, de transformaciones radicales y estructurales.

Es curioso que algo tan obvio como elegir a aquella persona experta en asuntos del Estado, que sale de la definición simple de estadista, pase casi desapercibido, por cuenta de las emociones en la política. No obstante, la complejidad económica, social y política del país como las exigencias del cuatrienio de la pospandemia lo ameritan.

Bien se habla de talante o de la disposición natural o manera de hacer las cosas que acompaña la experticia de un presidente. Su investidura, en nombre de los ciudadanos, le da la autoridad para mandar, dirigir, conducir, conciliar, proteger, castigar. Tiene una legitimidad política y también ética. Inclusive, en medio del barullo y la irreverencia de las redes, su actuación debe inspirar respeto.

El ejercicio del poder no está en la fuerza si no en la contundencia. Su actuación puede ser retadora más no desafiante ni desestabilizante. Estadista, con talante y visionario, es la propuesta. En efecto, la almendra de la competencia centrada en una visión de largo alcance pondría las mentes hacia un país en prospectiva que necesariamente invitaría a atar el voto a nuestros propios propósitos.

La eficiencia y eficacia no puede estar exenta de ecuanimidad, prudencia y sapiencia, tanto de la movida política como económica, así como de la buena interacción, comunicación y control de las situaciones.

Las inquietudes están en quién reunirá esas cualidades e inspirará ese talante, respeto y hasta admiración, que esté realmente preparado y sobre todo sea el más edificante en el sentido de dar una trascendental y nueva visión de país, más acorde con nuestras propias ilusiones, sin destruir las buenas bases. Finalmente, a quién le entrego el futuro del país. Ahí está el quid del asunto.  

*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI

atisbosmariaelisa@gmail.com