Estalinismo en Nicaragua  | El Nuevo Siglo
Viernes, 10 de Septiembre de 2021

* La amenaza al escritor Sergio Ramírez

* Régimen de Ortega ya no tiene límites

 

La dictadura de Daniel Ortega, compartida con su esposa  Rosario Murillo, en Nicaragua, sigue dando palos de ciego y está resuelta a seguir el peligroso camino de detener y reprimir a cuantos disienten de las órdenes y caprichos del régimen sátrapa, sobre todo ahora que se acercan unas cuestionadas elecciones que seguramente ganará así no tengan legitimidad alguna.

El gobierno autoritario ha promovido de forma arbitraria, gracias a una Fiscalía de bolsillo, la detención de todos los candidatos que puedan hacerle sombra o incluso tendrían opción de ganarle a Ortega y compañía. Hasta ahora han terminado capturados Cristiana Chamorro, Arturo Cruz, Félix Maradiaga, Miguel Moral, Juan Sebastián Chamorro, Medardo Mairena y Noel Vidaurre, entre otros. A estos se suman dirigentes de partidos, periodistas y líderes de opinión.

Es evidente que Ortega ha perdido credibilidad y nadie cree su verborrea demagógica. Menos en un país con pobreza casi que generalizada, corrupción galopante en los entes oficiales y alto inconformismo social y económico. La persecución a la Iglesia, así como la compra de conciencias, más la crisis del empresariado que sobrevive pese a los impuestos extorsivos, han provocado el desespero de la población, a tal punto que se prevé que votarán masivamente contra el polémico gobernante, sin importar quién lo suceda o qué pueda pasar. Por eso ahora se habla también de un fraude electoral en ciernes por parte del régimen. 

En materia económica el país ha retrocedido tanto que el mayor ingreso en metálico se da por cuenta de las remesas que envían a sus familias quienes se han visto forzados a ir al exterior. El café ha bajado de calidad, producto que junto a la pesca encabeza las exportaciones de la atribulada nación centroamericana. Hoy el principal empleador es el gobierno, que mantiene una corrupta burocracia y la nómina paralela de informantes policiales. Esta última da cuenta a las autoridades de lo que sucede en Managua y el resto del país cuadra por cuadra, con la finalidad de reprimir a la oposición y todo foco de inconformismo.

Ese malestar colectivo es agravado por el pésimo manejo de la pandemia por cuenta de las autoridades sanitarias. Las cifras oficiales sobre contagios y decesos pocos las creen. La situación ha llegado a tal extremo que se dice que Murillo invoca supuestos espíritus dizque para conseguir protección de las sombras ocultas solo a favor de los seguidores del régimen. Entretanto, la vacunación contra el covid-19 es incipiente. A la par la cuestionada primera dama también es señalada de ser quien aconseja a su marido que reprima al pueblo y encarcele a los candidatos presidenciales y opositores, pues de lo contario perderán el poder catorce años después. 

Mientras que el gobierno considera un enemigo a todo opositor en potencia, susceptible de ser detenido, torturado y vejado, los esbirros oficiales recorren las calles atropellando e intimidando. La última movida de la satrapía se dirige contra escritores y líderes de opinión de la talla de Sergio Ramírez, quien en el pasado figuró como gran amigo de Ortega, compañero de lucha y vicepresidente, hasta que se percató de la desmedida ambición despótica de su antiguo compañero de luchas y renunció al gobierno.

Como escritor independiente, Ramírez ha multiplicado sus valientes denuncias y defendido la urgencia del retorno a la democracia en el país. Precisamente por ello es que ahora objetivo prioritario del régimen es encarcelarlo y acallarlo. Considerado por muchos como el más prestigioso escritor vivo de Nicaragua, es claro que su detención podría provocar un estallido social de proporciones gigantescas y encender la mecha de la insurrección colectiva. Aunque permanece en España por estos momentos, si regresa a su país será capturado.

Paradójicamente Ortega estima que como Nicaragua es un pequeño país y tiene una economía raquítica, no interesa desde el punto de vista de la geopolítica a los Estados Unidos, menos con el presidente Biden imbuido ahora en atender crisis como la de Afganistán. Tampoco cede ante las sanciones de la ONU, la OEA, Unión Europea y la condena generalizada la comunidad internacional. De hecho solo lo apoyan gobiernos también tildados de autoritarios, como Cuba o Venezuela.

Por el momento, la única alternativa que les queda a los nicaragüenses es arriesgarse en las urnas a votar contra el régimen dictatorial. Siendo claro que este intentará un fraude, ello podría llevar a un levantamiento general que derrumbe el gobierno, reinstaure la democracia y lleve a Ortega y su séquito ante los tribunales nacionales o internacionales a responder por sus múltiples crímenes.