Lluvias y no tormenta | El Nuevo Siglo
Viernes, 21 de Septiembre de 2018

Truenos y centellas anunciaban una enorme tormenta alrededor del Ministro Carrasquilla; llegado el momento cayó un chubasco. Nada de fondo. Un debate ideológico sobre el mercado y la ganancia; y unos temas filosóficos de fondo sobre lo que puede servir de ejemplo Carrasquilla, pero que para nada causan sombra en su capacidad técnica y su claridad moral.
Carrasquilla desde el gobierno inició el proceso de reforma constitucional que le daba una nueva asignación de los recursos de la Nación que van a los municipios. Entre las varias cosas que incluía era la destinación del 5,4% de esos recursos se destinarían a agua potable y saneamiento básico. Alcanzó el Ministro estar en los primeros cuatro debates de los 8 necesarios.
La intención del gobierno era que se lograran ejecutar las obras para garantizar el saneamiento básico. Varios municipios recibieron financiación desde los planes departamentales de aguas, pero como es obvio no había para todos. Esas obras no solo necesarias sino costosas. Por eso, el entonces ministro Juan Lozano, avanzó en consolidar las posibilidades de créditos respaldados por esos ingresos. La crisis económica había destruido las posibilidades de crédito, la confianza estaba en su peor momento y por eso se autorizó, mediante un decreto, que esos recursos se pudieran girar de manera directa.
Carrasquilla diseñó un sistema de bonos que permitió que 117 municipios obtuvieran crédito para ejecutar las obras. El programa tenía la obligación de invertir en agua y una interventoría de obra, que mostró que el 85% de los municipios ejecutaron las obras. Los intereses altos corresponden a las realidades económicas de entonces y comparados con créditos que tomaron otras entidades territoriales con la banca nacional los de los bonos de agua eran más bajos. 
Ningún municipio se puede quebrar por hablar pignorado el 5,4% de sus ingresos. Si años después los intereses eran costosos comparados con los que rigen con nuevas realidades económicas -que así como mejoraron habrían podido empeorar- el gobierno habría podido subsidiar la tasa de interés. Decidió en cambio salir a comprar los bonos, con lo que perdió liquidez que se requiere para continuar las obras.
Todo es claro y nítido. Los debates sobre por qué los intereses son altos o porque alguien gana plata por prestarla, se refieren al sistema capitalista y de mercado. Hay algunos que no lo comparten, pero tampoco asumen las consecuencias que supone su ausencia. En todos los países donde se ha buscado “el modelo alternativo” han fracasado estruendosamente. Basta mirar del otro lado de la frontera.

La utilización del capital social que adquiere una personalidad pública puede ser discutida, pero para hacerlo debemos ir al caso general y ser consecuentes con las consecuencias. Es imposible que una persona se deshaga del prestigio del cargo que ha ocupado. Si no es deseable que un alto funcionario vuelva al sector real, tendría que existir un sistema de carrera para altos funcionarios. Habría además que pagar el costo de tener funcionarios desconectados del sector real y por lo tanto, poco enterados de cómo funciona. Creo que son deseables los funcionarios que salen al mundo, trabajan, lo conocen y aprenden. Claro que la puerta giratoria tiene dificultades, pero no en todos los casos son corrupción o faltas a la ética. El caso de Carrasquilla así lo demuestra.
El otro tema de fondo es la descentralización. A todos nos gusta la idea pero pocos asumen sus consecuencias. Alcaldes y gobernadores empoderados, con capacidad de decisión y de gasto. En el debate llamaron irresponsable a Carrasquilla por haberle ayudado a los municipios a financiarse. O lo que es peor por haberles dejado obtener dinero y dejarlos ejecutar a ellos mismos sus obras. La corrupción en este caso no era el crédito, sino su ejecución. Ese 15% de municipios que no terminaron las obras, jamás fueron investigados. Los problemas de corrupción local no los causan los bonos de agua, ni los soluciona que aquellos no existan. 
Carrasquilla probó su solvencia técnica y moral, pero qué daño causan quienes exageran y dicen verdades a medias para destruir buenos funcionarios públicos. Qué costo para el país y creo que muchos técnicos quedan asustados para trabajar con el Estado.