El poder de la música | El Nuevo Siglo
Viernes, 20 de Septiembre de 2019

Y si hay algo que nunca lo abandona a uno en la vida es y será la música. Al menos esa es mi experiencia personal. Y como lo decía Gustavo Cerati, quien tal vez después de Carlos Gardel es el músico más importante que ha dado Argentina y Latinoamérica: “las experiencias son intransferibles”.

Recuerdo en Inglaterra estudiando pianos, sintetizadores y música electrónica, el furor de los “raves” que no eran y no son más que grandes episodios de música, explosión humana y hermandad. No había otro interés que el de fluir y colaborar de alguna forma al bienestar y la felicidad humana. Eran y aun son, grandes masas de gente, mucho más de las que logra convocar cualquier político, movidos por las pulsaciones por minuto que produce la música electrónica técnicamente llamados bpm  (beats per minute). Pero sobre todo por la pasión por la música. No existe otro interés.

Esta música parece no salir de ninguna parte o si sale de alguna parte pareciera hacerlo de una gran masa de cables y conectores. Ahí encuentra sentido una frase escondida en la tapa del álbum Dynamo de Soda Stereo de 1993: ¿Y, la música dónde está? ¿En los cables?

Sin hablar de cientos de movimientos musicales y géneros y subgéneros y determinaciones sociales que están determinados a su vez por la clase de música que se escucha. Y alguna música muy sofisticada como lo es Depeche Mode, The Cure, David Bowie, o New Order.

En todo caso resultaría interesante poder interpolar las experiencias con la música a cualquier otra actividad humana. La energía, las sensaciones y algo de ingravidez que producen los sonidos. Siempre he pensado que la música y lo que generan en las personas podrían ser un generador de armonía, paz, cultura, estética y hermandad en una sociedad.  Los efectos químicos que se ha comprobado producen la música en el organismo, en específico, dopamina, son una droga natural.

Estoy seguro de que si a todo lo que pasa en este país se le metiera música o al menos pudieran sentir químicamente la música en su cerebro muchos de los intereses y problemas que tenemos no los tendríamos. Si de algo estoy convencido a esta altura de la vida es de eso que dije al comienzo de esta columna: casi todo lo abandona a uno menos la música.

No sé si nuestros dirigentes aún tienen tiempo de escuchar su música favorita. O si les gusta la música o en el mejor de los casos hacen música. Pero si es así, me daría una tranquilidad saber que posiblemente el poder la música los ha influenciado. Y mucho mejor si saben o han ido a alguna rave. Pues lo que pasa allá, piensen en la ciudad creada una vez al año en Nevada en Black Rock City, el Burningman es exactamente lo que muchos soñamos tener como sociedad. No existen egos, superioridades, juicios de valor y todo se vive en paz y amor.

@ReyesJuanfelipe