Lapidación pública | El Nuevo Siglo
Lunes, 30 de Septiembre de 2019

Por más que anhelemos estar en armonía, lastimosamente pareciera imposible lograrlo a todos los niveles sociales. Por lo menos en el corto plazo.


Quisiéramos vivir al estilo de los países desarrollados donde prima la cultura ciudadana, las cortesías, la cordialidad y la solidaridad. Pero desafortunadamente, nos falta mucho.


Y no de trata de "ciencia ficción", como dijo uno de quienes me honran con su lectura mientras repetía que "Colombia es un país de cafres", tal como en su época lo anotó el maestro Darío Echandía.


La herencia española, dicen otros, tiene que ver bastante con ese comportamiento, pues aún siendo la "Madre Patria" un país de un índice cultural superior al nuestro, mucho tiene que aprender de Inglaterra, Francia, Italia y otros de sus vecinos.


Recordemos que en las 'Tres Carabelas", aparte de Cristóbal Colon venía gente no de muy fina reputación a poblar nuestro continente.
Es algo de herencia, genético, asociado con su condición.


Por eso pareciera difícil también esperar electores decentes, y candidatos transparentes, con propuestas juiciosas y sensatas para resolver las principales necesidades de la comunidad, y no campañas políticas convertidas en batallas campales a base de insultos y agresiones.


Una disputa vulgar inspirada en odios y en acusaciones temerarias.


Mutua "lapidación pública", palabra utilizada recientemente por un periodista para referirse a la reacción de varias personas en su contra en frente de su hijo para recriminarle sus escritos.


Lapidar, en estricto sentido, equivale a "apedrear, linchar, aniquilar"

.
Narra la historia que "la lapidación" fue un medio de ejecución muy antiguo, consistente en lanzar piedras contra el reo hasta producirle la muerte.


Hoy día, no menos grave es lo que sucede cuando se ataca verbalmente a otro, sin piedras propiamente, pero con insultos en la calle; a través de las redes sociales y en los estadios, maltratando a las personas con epítetos y expresiones desobligantes y ofensivas.
No hay que descartar que la incitación provenga muchas veces de comentarios de los mismos comunicadores, prevalidos de un supuesto privilegio que nadie les ha otorgado, de administran justicia y determinar el culpable, desconociendo el debido proceso y el derecho a la legítima defensa.


Así, la reacción no se hace esperar al herir sentimientos, siendo esa, por igual, otra forma de "lapidación".


Entre tanto, las fake news, los malos entendidos, los lapsus del lenguaje y algunas distorsiones gramaticales en los discursos, hábilmente también se aprovechan para "lapidar" públicamente a quienes incurren en el error.


Por ejemplo, no es lo mismo decir, "nos vamos a tener que callar" a “los vamos a tener que callar".


No es igual cuestionar "los contratos corruptos hechos por debajo de la mesa", y decir que "lo haremos de frente".  Cuando la real interpretación es que los contratos se harán de frente y no de manera corrupta.


Sucede lo mismo cuando involuntariamente se cruzan las cifras y se dice que el pasaje de Transmilenio vale $4.200 y no $2.400. 
De ésta forma, cada caso se utiliza de mala fe para "lapidar públicamente" a sus autores y alrededor de ello, crear toda una tempestad mediática.


El mismo mal de unos y otros.