Nuevo teatro geopolítico | El Nuevo Siglo
Lunes, 2 de Septiembre de 2019
  • Las implicaciones del rearme de ‘Márquez’
  • Cuatro elementos para un diagnóstico realista

 

La decisión de rearmarse anunciada la semana pasada por alias ‘Iván Márquez’ y otros cabecillas de las Farc ha generado múltiples análisis e interpretaciones, como era apenas obvio. Muchas de esas ópticas están contagiadas -negarlo sería ingenuo- del marcado clima de polarización política en el país, más aún en época electoral y con partidos y candidatos tratando de hacer de los discursos de paz y seguridad sus banderas proselitistas.

En ese orden de ideas, lo primero que habría que señalarse es la urgencia de diagnosticar de una forma objetiva y realista el nivel de amenaza que representa el fenómeno de las llamadas “disidencias” de las Farc, que si nos atenemos a que podrían llegar a más de 2.500 hombres-arma y alrededor de 1.500 apoyos milicianos y logísticos, distan mucho de ser un actor armado residual, más allá de si son considerados como una “nueva guerrilla” o un grupo “narcoterrorista”.

En segundo término es necesario entender que estamos ante un nuevo teatro geopolítico, con particularidades que distan en elementos muy sustanciales de las que existían años atrás, incluso durante la prolongada negociación de paz y la evolución paralela del conflicto armado y sus actores de viejo y nuevo cuño. Tratar de entender o explicar el actual  rearme de una parte de las Farc bajo los parámetros y esquemas políticos, de correlación de fuerzas militares, capacidad de desestabilización y coyuntura nacional e internacional de años atrás, constituye un error de marco conceptual que vicia cualquier conclusión sobre lo que hoy está ocurriendo y sus implicaciones a corto, mediano y largo plazo.

Dentro de ese nuevo teatro geopolítico hay varias circunstancias que no existían durante las largas tratativas entre el gobierno Santos y las Farc, o al menos que no estaban tan marcadas como hoy. Varias de esas nuevas situaciones, incluso, ocurrieron este año y tienen repercusiones de amplio impacto.

En primer lugar si bien desde la recta final de las negociaciones en La Habana y la propia “décima conferencia” de las Farc (septiembre de 2016), cuando se aceptó el pacto habanero y su conversión en partido político, se sabía que una facción, al mando principalmente de alias ‘Gentil Duarte’, no se iba a desmovilizar, fue en este 2019 cuando que el fenómeno de las “disidencias” empezó a tomar otro matiz, no solo por la evidencia de su crecimiento exponencial en algunas regiones, el rol protagónico en el narcotráfico o el abatimiento de algunos de sus cabecillas (‘Guacho’ o ‘Cadete’), sino por su responsabilidad en varios de los crímenes contra líderes sociales y la creciente sospecha -confirmada la semana pasada- en torno a que cabecillas que se desmovilizaron y luego pasaron a la clandestinidad, como ‘Márquez’, ‘Jesús Santrich’, ‘El Paisa’ y ‘Romaña, muchos de ellos pertenecientes al ala militar, se integraron a esas facciones y volvieron a sublevarse contra el Estado.

Otro hecho que marca este nuevo teatro geopolítico es el referente a la guerrilla del Eln que en enero pasado perpetró contra la Escuela de Cadetes de la Policía, en Bogotá, el atentado terrorista más grave de los últimos años, lo que llevó al gobierno Duque a dar por terminada la ya de por sí congelada negociación de paz e iniciar una persecución internacional contra la cúpula de esa facción, estrategia que hasta el momento no ha dado resultado alguno, sobre todo ante los gobiernos de Cuba y la dictadura chavista en Venezuela. Es más, este último país pasó de ser un refugio político y militar de su comandancia y varios frentes, a convertirse en un nuevo teatro de sus operaciones -con la complicidad y anuencia de la administración de Nicolás Maduro-, lo que, a su turno, le ha permitido fortalecerse en regiones como el Catatumbo y otras zonas de la frontera colombiana.

En tercer lugar es evidente que ante el auge narcotraficante heredado del gobierno Santos, con más de 209 mil hectáreas de narcocultivos, Estados Unidos ha aumentado su presión a Bogotá para que redoble su esfuerzo y resultado antidrogas. No solo insistió en la extradición de ‘Santrich’ y reforzó su alianza con Colombia para tratar de sacar del poder a la dictadura venezolana, sino que la Casa Blanca ofreció hasta la venta de modernos aviones de combate.

A hoy es claro, de otro lado -aquí la cuarta circunstancia del nuevo teatro geopolítico-, que el gobierno Maduro no solo es una amenaza para la seguridad continental y la génesis de la mayor crisis humanitaria americana, sino que funge abierta y desafiantemente como la retaguardia estratégica y territorial del fortalecimiento del Eln y la estructuración política y militar de las “disidencias” de las Farc.

Es evidente que cada uno de los cuatro hechos descritos, todos ocurridos o concretados este año, remarcan ese nuevo teatro geopolítico que debe tenerse en cuenta para poder diagnosticar de forma objetiva y realista las implicaciones del rearme de una parte de las Farc. Subdimensionar o, peor aún, desconocer esas circunstancias sobrevinientes vician cualquier tipo de conclusión y, por ende, el plan a seguir para combatirlas efectivamente, como es apenas lógico.