Diluvio universal | El Nuevo Siglo
Miércoles, 16 de Septiembre de 2020

 La malevolencia excitó a Jehová para asumir una decisión dirigida a sanear este mundo, arrepentido que estaba de haber sembrado hombres en el planeta que ejercían la maldad como un medio de vida natural “y dijo…Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado”, sentencia que se ejecutó designando a Noé para que la cumpliera. Luego de haberse llevado a cabo ese diluvio que inundo el astro tuvo lugar otro episodio de la misma índole y que, entonces, para prevenir sus tragedias se ideó la confusión de las lenguas en la torre de Babel, (11-09-2001) medida que ningún éxito tuvo, pues más temprano que tarde el desorden público siguió imperando, drama que dio lugar a otro arbitrio: el caos que se impuso en Sodoma y Gomorra. 

Estos episodios resumidos en el texto del Génesis, capítulo inicial de la Biblia, no han dejado de ocurrir. La tradición de este planeta es la historia de los conflictos inhumanos que terminan en guerra armada y crímenes arrebatadores de los derechos del hombre y, todo, supuestamente, por la defensa de los principios de la suprema autoridad.  

Muchos antecedentes de hoy confirman que esta secuela humana no se cura y, todo lo contrario, aumenta todos los siglos y se multiplica en los distintos espacios parciales, de distintas formas, unas veces como resultado de los abusos científicos, por ejemplo, el coronavirus de ahora y otras a causa de las competencias económicas surgidas entre naciones que aspiran a detentar el poder del imperio. Esta afición se reduce, pero cumple sus atropellos, en los pequeños estados, departamentos o municipios; sociedades comerciales y, en general, entre todos los ánimos megalómanos que, supuestamente, obedecen a sus instintos racionales. 

Unos ejemplos del día de hoy pueden confirmar este predicado: el debate que se cumple ahora en los EE.UU., en la lucha por el poder de dos sujetos; la disputa que se denuncia en Rusia, también el mismo forcejeo en el mundo árabe y, claro está, aquí en este país no se pueden lavar las manos, así se divulgue esta medida en los medios de comunicación. Tal vez sirva para entretener el miedo al Covid- 19, pero no para recuperar la paz que se ha intentado en muchas etapas y siempre se ha fracasado. Esta es una utopía y no solamente nacional, en esta tierra de Jehová nada asegura esta felicidad y, por el contrario, creyendo en la teoría cíclica, está acercándose otro Diluvio Universal. 

Este análisis lo aguijoneó el asesinato del abogado de la Universidad La Gran Colombia -de la cual soy profesor hace 47 años- Javier Ordoñez, lamentable tragedia, pero testimonio es de lo que ha sucedido y está ocurriendo en Colombia, (8/9-06-1954) desde cuando los colonizadores atropellaron indígenas de estas tierras y los revolucionarios a partir de 1810 asumieron las mismas políticas, principalmente como terratenientes y violadores sexuales, disfrazándose de líderes políticos. Memoria siempre cunde.