Profumo affaire | El Nuevo Siglo
Miércoles, 22 de Septiembre de 2021

El escándalo del siglo, eso es el “escándalo Profumo” (1963) que fue capaz de derrocar a un gobierno. Y es que no daba para menos. En plena Guerra Fría, un aristocrático ministro británico y una cabaretera de 19 años de los suburbios de Londres, que, además de ser amante del ministro, se frecuentaba con un par de espías soviéticos. Tanto así que, Yevgeny "Eugene" Ivanov, uno de los espías rusos, le pidió a la chica, Christine Keeler, que le revelara información sobre el arsenal nuclear británico. Era evidente que, Ivanov, que era el agregado naval de la embajada soviética en Londres, era un espía “legal”, pues, estaba bajo cubierta diplomática, aunque bajo la mira del MI5.  

John Dennis Profumo, IV Barón Profumo (aunque se negó a ostentar el título), venía de una familia noble mediterránea, en específico, del Reino de Cerdeña, pero anglicanizada. Era miembro del partido conservador británico y había llegado a convertirse en Secretario de Estado para la Guerra en el gobierno de Harold Macmillan. Asimismo, participó en la Segunda Guerra Mundial en el frente africano, llegando a convertirse en Brigadier. Profumo estaba casado con la actriz Valerie Hobson y rozaba los 50 cuando el escándalo estalló.  

Mientras tanto, Christine Keeler, fue criada en unos vagones de ferrocarril reformados en el condado de Berkshire, y desde muy joven trabajó como modelo en una tienda de ropa en el Soho de Londres. Luego, se convertiría en corista “toples” y en “escort” en Murray's Cabaret Club, también en Soho. 

Fue en una fiesta en la piscina de Cliveden, la mansión de Buckinghamshire propiedad del tercer vizconde Astor, donde Keeler salía toples y Profumo la conoció. Ahí mismo, comenzó la relación adúltera entre el ministro del legendario político conservador Harold Macmillan “Super-Mac” y la chica del Soho. 

De la misma manera, fue Stephen Ward, un esnob, osteópata y retratista de la más alta sociedad londinense, quien relacionó a su amiga Christine Keeler con John Profumo. Ward prestaba su casa en Wimpole Mews para que Keeler tuviera encuentros con Profumo e incluso con Ivanov. De hecho, luego Ward sería acusado de delitos de inmoralidad por ser “proxeneta” tanto de Keeler, como de otra chica, Mandy Rice-Davies. A la postre, Ward se suicidó con barbitúricos luego de ser juzgado. 

Ahora bien, Harold Macmillan fue el último primer ministro británico que nació durante la era victoriana; asimismo, el último en haber servido en la Primera Guerra Mundial y el último en recibir una nobleza hereditaria. Así bien, el gobierno de Macmillan condujo a Gran Bretaña a una época de prosperidad, que se vio dilucidada por el escándalo de su ministro, que, a su vez le había mentido sobre lo sucedido. Sus partidarios conservadores no le perdonaron lo que parecía ser la decadencia moral del establecimiento británico. 

Y es que, en la Cámara de los Comunes, Profumo había negado cualquier comportamiento inmoral con Keeler, sin embargo, después admitió que había mentido, dejando en evidencia el triángulo amoroso que se creó (Profumo-Keeler-Ivanov) y lo que eso representaba. Además de ser el “escándalo”, y con un trasfondo sexual, que develaba otras inmoralidades dentro de la esfera política sajona.  

El escándalo Profumo no es un caso aislado en la historia. Es la evidente demostración de cómo un buen gobierno, encabezado por una figura política seria y respetada, puede sucumbir ante la inmoralidad, vicio o perversión de ministros u otros funcionarios. Tal como Abudinen. 

@rosenthaaldavid