Bolivia se fractura antes de elecciones entre el MAS y los anti-Evo | El Nuevo Siglo
LOS seguidores del expresidente Evo Morales son fieles y respaldan a Luis Arce, “el que dijo su líder” para reconquistar la presidencia de Bolivia
Foto archivo Anadolu
Domingo, 27 de Septiembre de 2020
Giovanni Reyes

De nuevo, en las condiciones actuales de Bolivia, se pone de manifiesto un rasgo cuya presencia se ha exacerbado con motivo de la pandemia: la crisis permanente de muchos países del denominado Tercer Mundo. Se trata de un ámbito de naciones que se encuentra alejado del Primer Mundo -potencias occidentales más desarrolladas- del Segundo Mundo integrado por los países pertenecientes a Europa Oriental -quienes tienen entre su herencia lo que hasta diciembre de 1991 fuera la Unión Soviética- y del Cuarto Mundo: países que viven prácticamente de la cooperación internacional.

Para esas crisis de largo aliento existen aspectos comunes: corrupción, debilidad de instituciones públicas, escasa presencia del Estado en particular en las áreas rurales y en las villas miseria de las grandes metrópolis, grupos hegemónicos que fortalecen sus posiciones junto a entidades públicas, presencia de narcotráfico, empresas rentistas. 

No obstante, esa trama y urdimbre en donde se ubican las semejanzas regionales, cada país posee, como era de esperarse, sus características y dinámicas propias.  En el caso de Bolivia destaca un rasgo que tiene esta nación en común con Guatemala: son los únicos dos países del continente, en los cuales más de un 50% de la población es indígena. 

Como se reconocerá, las tempestades que ahora se abaten en el escenario boliviano no surgieron de ayer. Un punto de inflexión en toda esta historia, en lo inmediato, lo constituye el referéndum del 21 de febrero de 2016, con un total ganador de 51.3% de los sufragios. Con ese resultado no se pudo modificar la Constitución. Se impidió con ello, la aspiración que tenía el entonces Presidente Evo Morales de presentarse como candidato para un cuarto mandato consecutivo.  Este período hubiese sido de 2020 a 2025.

Esas cifras que bloquearon las aspiraciones presidenciales no estaban al parecer, previstas en los cálculos del partido oficialista. Sin embargo, el 4 de diciembre de 2018, el Tribunal Supremo Electoral confirmó la posibilidad mediante la cual el mandatario sí se podría postular para un cuarto período al frente del Ejecutivo.

Era obvio que las fuerzas de oposición no estuvieron ni mucho menos agradecidas con tal fallo. Les era adverso el rumbo que habían tomado los acontecimientos. Es de subrayar aquí, que el problema en todo esto va gravitando, de manera creciente, en relación con la legitimidad de los procesos políticos. 

Además de ello, las circunstancias también incluían elementos de política económica de la administración Morales, tales como el control estatal que impuso sobre las empresas de gas.  Es claro que los grupos empresariales de mayor tradición, en particular en la zona de Santa Cruz, venían chocando con las posiciones del gobierno de Morales, desde aquel 22 de enero de 2006, cuando tomó posesión de su primer período presidencial.

 Las condicionantes anteriores se aderezan con otro ingrediente. Se ha determinado que las reservas de coltán en Bolivia son importantes y por demás apetecidas por grandes corporaciones. Se trata de un mineral absolutamente clave en la fabricación de aparatos de última tecnología: celulares, computadores de la más reciente generación, satélites. Esos yacimientos de coltán en Bolivia estarían entre los más grandes del planeta.

En el mundo, el coltán está siendo extraído de varias regiones, entre las que destaca la zona ecuatorial africana. Se vive allí un drama generalizado incluyendo regímenes cuasi esclavistas en la extracción, grupos paramilitares en la zona, sojuzgamiento y sometimiento de comunidades enteras, funcionarios corruptos. Todo el menjurje tradicional de disfuncionalidad social. Condiciones de anomia como denominaría Max Weber.  “Es coltán de sangre” señalaba el director de cine Norberto López Amado al presentar una película que narra crudamente esa realidad, estrenada en enero de 2018: “El Cuaderno de Sara”.

En el caso boliviano, las últimas noticias nos indican que para las próximas elecciones presidenciales la mayor intención de voto la está captando Luis Arce, exministro de economía de Evo Morales. Como se ha reconocido, y este ha sido otro factor de polarización, al exmandatario boliviano se le prohibió presentarse como candidato.  En todo caso el partido de Morales, el MAS, recobraría el poder con Arce en el Ejecutivo, quedando por ver la fuerza que tendría en el Legislativo. Los comicios presidenciales están programados para el próximo 18 de octubre.  Amanecerá y veremos.

Entretanto en el contexto político no es de subestimar la importancia que está teniendo el movimiento popular organizado que respaldaría al partido de Morales, al MAS.  O cuando menos, las organizaciones que se han pronunciado contra el actuar de los militares que fueron el factor decisivo en la renuncia al poder del anterior presidente. Desde el 1 de agosto pasado, fueron claves las movilizaciones de la Central Obrera Boliviana a fin de que las elecciones no tuviesen una nueva fecha. La presión social habría sido factor determinante para que la cita con las urnas en efecto se ratificara para el próximo 18 de octubre.

Las posiciones de las fuerzas políticas que se enfrentan en la elección tuvieron hace poco, un notable remezón, un factor que puede cambiar los resultados electorales.  En efecto, el 17 de septiembre pasado, a un mes de los comicios, la actual presidenta interina de Bolivia, Jeannine Áñez, anunció que retiraba sus aspiraciones por continuar en el cargo. 

La misma mandataria lo puntualizó: “Dejo mi candidatura a la presidencia de Bolivia para cuidar la democracia…tenemos el riesgo que se divida el voto democrático y con ello vuelva al poder el MAS, el partido de Evo Morales”.  Es evidente que en lo inmediato se impone la lucha por la legitimidad electoral.  En lo estructural, los problemas de un estado débil y la preeminencia de monopolios tradicionales son problemas añejos, de muy larga data. Se han postergado de manera recurrente componentes indispensables: consensos constructivos en pro de una sociedad más equitativa y un estado más incluyente.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard.  Profesor Titular, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario

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