Un millón de muertos | El Nuevo Siglo
Jueves, 1 de Octubre de 2020

¿El coronavirus está devorando también la noción del bien y del mal?

Cuántas vidas detenidas, cuántos dolientes solitarios, cuánto sufrimiento y desolación hay detrás de este dato estadístico que el mundo titula hoy en cuatro palabras, que contienen un universo inabarcable de finales. De vidas que se apagaron y familias deshechas. ¿Cuál es nuestra relación con la muerte? Podemos evadir el tema, dejarnos enajenar por tanto mercader de consumo, que parece ver la muerte solo como una variable más, en la rentabilidad de sus negocios, y tanto analfabeta emocional empeñado en desafiar el sin sentido, alzándose contra los otros, sumando violencia, amparada en "justificaciones" fabricadas en laboratorios políticos, donde la única asepsia es desconocer las nociones del bien y del mal, desafiando lo poco que se mantiene en pie. Queriendo hacer tabula rasa de lo existente. 

La conciencia clara de la vulnerabilidad, a la que nos enfrentamos hoy los seres humanos, nos regala una nueva lucidez para decantar, una oportunidad para escoger, para recordarnos que somos dueños de nosotros mismos y no fichas de un sistema que nos mueve a su antojo.

¿De qué depende la supervivencia? Del despertar a la protección de nuestra propia valía. Del autocuidado, una palabra tan desgastada y tan importante. Quienes provocan e incitan la movilización anárquica contra todo lo establecido, ¿acaso desconocen que esas multitudes azuzadas por el encierro y las necesidades económicas van a  ser las primeras en contagiarse del Covid y hasta morir? Eso les tiene sin cuidado. Saben que contribuirán a engrosar los datos estadísticos y buscan debilitar así, las acciones del Estado, empeñado en buscar el equilibrio para poder gobernar. ¿Esto es defender los derechos humanos?

Producen indignación los que maquinan, los que planifican, los que juegan el macrojuego tras bambalinas, y mueven sus fichas a través de políticos inescrupulosos, que se arropan la vocería del pueblo, para instrumentalizarlo, para incitarlo y, en su nombre, construirse nuevos pedestales para saciar sus ambiciones, sin ver que, en el futuro, ellos serán los primeros en ser descartados. Seguramente estarán convencidos de que el contagio no es con ellos.

Han convertido la pandemia en una oportunidad para sembrar la anarquía. Para confundir. ¿Cómo educar en esta época, donde las nociones del bien y el mal desaparecieron? Ya nada tienen qué ver con la ley natural. Lo malo es malo y lo bueno es bueno, dependiendo del autor. Ya no hay noción de justicia que nos rija a todos, de reglas de juego que diriman nuestras diferencias, sino justicia dependiente de los intrincados pareceres subjetivos e ideológicos. Una especificidad que atenta directamente contra la propia justicia. Ese virus moral resulta peor que el Covid-19.