A cinco años del plebiscito | El Nuevo Siglo
Sábado, 2 de Octubre de 2021

De espaldas a la historia

* Un punto de inflexión perdido

 

Se cumplieron ayer cinco años del plebiscito de 2016 que, como se sabe, antes de servir para la refrendación del acuerdo entre el gobierno Santos y las Farc, firmado en La Habana y luego en Cartagena, terminó dividiendo indefectiblemente a los colombianos. Lamentable, desde luego, que así hubiera ocurrido, puesto que se suponía que una materia de tanto interés para Colombia debía ante todo obedecer a un gran consenso político previo en vez del infausto divisionismo que produjo, disociando los espíritus y restándole energías al país.

Así las cosas, ese instrumento constitucional, que pudo ser un esplendoroso factor unificador de la nación colombiana, sirvió para exactamente lo contrario, además, por la manera en que fue concebido y encarado. De hecho, pareció desde el principio dejarse de lado lo que era esencial en un tema de semejantes características: nada menos que la condición nacional de la paz. Fue esta, justamente, la principal lección dejada por los pactos de Sitges y Benidorm, entre Laureano Gómez y Alberto Lleras, que permitieron acabar con la guerra civil no declarada del siglo anterior y que llevaron a una paz efectiva y un plebiscito exitosísimo cuya sindéresis inobjetable radicó, como era lógico, en buscar la concordia y hacer la pedagogía correspondiente en vez de adoptar la nociva vía de la pugnacidad.      

No en vano, de otra parte, se tenían las esperanzas de que, como lo enunciaba el propio acuerdo en su título, el plebiscito de hace cinco años llevara a la terminación definitiva del conflicto. Y no sólo eso, sino que se obtuviera una paz integral, es decir, que el pacto de La Habana-Cartagena sirviera de marco para la desmovilización de las demás facciones ilegales, con el Eln incluido. Pero de esa anhelada paz integral se pasó, de hecho, a una paz parcial con las mismas Farc, haciéndose paulatinamente evidente la propia fragilidad del acuerdo con esa agrupación. Porque si bien el país pensó que se estaba negociando con un grupo monolítico la verdad fue que se fragmentó temerariamente, dando curso a las llamadas disidencias y reincidencias que hoy tienen en jaque ciertas zonas del país y siguen la misma agenda depredadora y violenta de su origen.

En ese sentido, es posible que, si el plebiscito hubiera tenido un manejo diferente, constatando una voluntad nacional irrefragable hacia la paz, acorde con un consenso político previo y la participación de todas las fuerzas vivas del país, no hubiera quedado ningún margen para este tipo de circunstancias disociadoras y no hubiera tenido que saltarse la voluntad popular, además fortaleciendo la democracia participativa. En esa dirección, se trató de hacer después de los resultados plebiscitarios fallidos lo que se ha debido hacer antes, es decir, en suma, un típico caso de preposteración política. Y de allí el ambiente divisivo que aún pervive. El problema, pues, no estuvo en haber recurrido al plebiscito, que era una idea válida como mecanismo legitimador, sino en no haber adoptado una política vigorosa en el propósito de aglutinar los criterios nacionales y generar unas mayorías superlativas en torno de la paz antes de la votación              

En parte, esas circunstancias adversas, como secuela de un plebiscito fallido, desembocaron en que la violencia se comenzó a reciclar debido a que el Eln, las disidencias y luego las reincidencias de las Farc, así como las bandas criminales y carteles mejicanos, se trenzaron en una lucha regional y local por el dominio de las rentas ilícitas, desde el espiral de los narco-cultivos hasta la minería ilegal. Ello explica, en buena medida, el aumento gradual de homicidios, la racha de crímenes contra líderes sociales y reinsertados, las masacres, los actos de terrorismo, el auge de los sembradíos de hoja de coca, así como otros delitos de alto impacto a nivel rural y urbano.

Desde luego, hay resultados importantes del acuerdo con las Farc desmovilizadas, ya que en algunas zonas se experimenta una reducción tangible de los índices de victimización, al tiempo que la articulación e implementación en el gobierno Duque ha redundado en inversiones billonarias en materia social, económica, de titulación de tierras y otros rubros en zonas azotadas por el conflicto armado. Los informes periódicos de la Misión de Verificación de la ONU resaltan esos avances sustanciales, en tanto mantienen las alertas sobre los puntos más críticos, en especial la urgencia de proteger a líderes locales y desmovilizados.

En todo caso, un plebiscito en toda la línea, como el que adelantaron Laureano Gómez y Alberto Lleras, unificando voluntades y desarmando los espíritus, hubiera sido vital para el país hace cinco años. Lástima que entonces, en vez de haber aprendido de la historia, se le hubiera dado la espalda. Como seguimos haciéndolo.