Nuevo emperador chino | El Nuevo Siglo
Miércoles, 13 de Octubre de 2021

* El regreso al predominio del Partido 

* Xi Jinping consolida poder con mano dura

 

En la reciente conmemoración de los 110 años de la revolución de Xinhai, que puso fin a más de mil años de poder de las dinastías imperiales en China, Xi Jinping, actual líder y presidente de ese país, anunció que “puede conseguir y conseguirá la reunificación con Taiwán”.

El anuncio, hecho días después de desplegar una fuerza de más de 150 aviones militares sobre ese territorio, retrata la dimensión y gravedad de las tensiones y de la actual rivalidad del gobierno de Beijing con el de Washington. Desde 1949, cuando Chiang Kai Shek, sus seguidores y el ejército del Koumingtang tomaron refugio allá, el gobierno de la isla ha contado con estrecha protección política y militar de Estados Unidos.

El citado pronunciamiento recoge dos características fundamentales de la nueva realidad de la República Popular: al interior, el de la retoma de todos los espacios de poder por el Partido Comunista bajo el liderazgo de Xi Jinping, que se consolida como una especie de tercer emperador rojo después de Mao y Deng Xiaoping. Y hacia el mundo, el de las exigencias de China en su nuevo rol de súper potencia.           

Un antiguo proverbio chino dice: “cuando un hombre se convierte en mandarín, su mujer, sus hijos, sus perros, sus gatos e incluso sus pollos ascienden al cielo”. En la China de hoy los mandarines son los dirigentes y los miembros del Partido Comunista, que ejercen el poder sin contradictores ni rivales. El espectacular avance económico del país en las últimas décadas multiplicó sus posibilidades y oportunidades para hacer negocios y también desató la corrupción a niveles escandalosos. 

Hu Jintao y Wen Jiabao no se ocuparon del tema. Xi Jinping hizo la tarea a fondo y desató una acción estratégica y continuada contra cientos de miles de funcionarios, muchos de los cuales fueron procesados, encarcelados y algunos sentenciados a muerte. Fue el camino a través del cual construyó su prestigio y se consolidó en el poder.

El otro eje de su acción ha sido retomar la presencia y el predominio del Partido en todas las actividades para restablecer orden y disciplina en la cotidianeidad y, sobre todo, en la actividad económica. No ha sido tímido en fortalecer controles “para prevenir la expansión irracional de capitales” y “abordar el crecimiento salvaje de las empresas tecnológicas”. 

En 2022 Xi Jinping iniciará su tercer mandato (autorizado el año anterior por enmienda constitucional) y podrá consolidar sin obstáculos la rectificación económica, cultural y política de su “plan  2025”, a través del cual plantea a su pueblo una prosperidad común, que exige redistribuir la riqueza y fomentar mayor competencia. Un conjunto de  iniciativas y regulaciones que tienen como referente “la madre patria, la raza china, la cultura china y el camino socialista chino” y que, a la vez, envían a los actores económicos un mensaje claro acerca de quién manda en casa.

Fuera de sus fronteras el líder de la potencia asiática expresa sin timidez ni reservas que China pasó de ser un país imitador de tecnología a una potencia en conocimiento, ciencia y tecnología que pronto será dominante en el mundo. Tiene los ojos puestos en primar en las grandes ligas en el planeta a través de consolidar su tecnología en satélites, semiconductores, computadoras cuánticas e inteligencia artificial.

Las angustias y aprehensiones de Taiwán tienen como referente fundamental la experiencia de Hong Kong. Después de la devolución del territorio por el Reino Unido en 1997, la fórmula “un país dos sistemas” inventada por Deng Xioping funcionó tan bien que durante los primeros seis años se dijo que lo único que había cambiado en Hong Kong era la bandera. Pero luego temas como la elección de dignatarios o cambios en el sistema educativo sembraron desconfianza. Después vinieron las manifestaciones de 2014 y las protestas de 2019 que llevaron a la promulgación, en mayo de 2020, de la llamada “ley de seguridad nacional” con un severo recorte de libertades y de espacios democráticos.

Los grandes conflictos con Estados Unidos comenzaron el 2018 cuando Trump desató la guerra comercial contra China. Esperaban reconstruir relaciones con Biden, dada su experiencia en relaciones internacionales y su relación personal con Xi Jinping, iniciada cuando ambos eran vicepresidentes. La realidad es que hasta ahora algunas de sus políticas son más duras que las de su antecesor. El hoy titular de la Casa Blanca ha sido claro en ratificar su alianza y su compromiso con Taipei.

Además de ello la lista de desavenencias incluye competencia desleal, propiedad intelectual, tecnología, Xinjiang… Hong Kong y Taiwán son las principales porque se vislumbran desde Beijing como plataformas propicias para que Estados Unidos erosione la hegemonía del Partido Comunista. La tensión es tan seria que ya dio lugar a un diálogo de Biden con Xi Jinping en septiembre pasado y anunciaron otro antes de finalizar 2021 “para garantizar la estabilidad en una de las relaciones más importantes y tensas del mundo”. No es retórica. Lo que está en juego en buena parte es el presente y el futuro de la humanidad.