Del ahogado, el sombrero (I) | El Nuevo Siglo
Sábado, 17 de Octubre de 2020

Recientemente murió, de un infarto, el científico José Mario Molina Pasquel, mexicano, Premio Nobel de Química, quien, a la vez, dedicó su vida a la educación, “promoviendo un desarrollo integral solidario y sustentable” (desde preescolar hasta el doctorado). Partiendo de “una educación integral en procura del desarrollo humano y solidario”… Este sabio veía la educación como el fundamento del desarrollo de las naciones y de las personas: “una educación lúdica” -nunca la memoria o tareas sin esfuerzo creativo original de los alumnos o imposición de ideas- lo interesante, lo importante, lo agradable: cuestionando, fracasando y levantándose con constancia hasta el logro de los sueños, construyendo futuro, según los intereses y habilidades de cada estudiante”.

Ahora, todos sabemos que si quisiéramos salir del fango que nos tiene arrodillados en Colombia la educación oficial debe entender que es imprescindible formar una nueva juventud (para pobres y ricos, de todas las regiones, cueste lo que cueste) y la fórmula del Maestro Molina es la indicada. Esto significa que el paso que debemos dar es educar de manera que se libere la educación de la mediocridad a la que la estamos sometidos; es que nuestra juventud se forme integralmente, como nos recomienda este profesor y Premio Nobel. Este propósito, necesariamente, tiene que ser la razón de ser de nuestra educación.

Una educación de soñadores, ganadores, luchadores, creativos, inconformes; solidarios, generosos, desprendidos, optimistas y alegres; que lleve a todos a escuchar, oír, entender las razones de los otros. De esta manera, nuestros jóvenes entenderían la razón de la realidad, de la vida, de la libertad, del bien común, de la dignidad de la persona humana, de la familia, de las virtudes humanas (hábitos operativos positivos), de nuestra antropología, de la responsabilidad que tienen frente al futuro de nuestra querida Colombia y del mundo. (Como vengo “cacaraqueando” hace más de cincuenta años)…     

Mientras tanto, estamos viendo que muchos colombianos están asustados, supuestamente, porque el comunismo (fracasado en el mundo) va tomarse el país, sin darse cuenta que este absurdo solo es posible si no educamos a nuestra juventud para que piensen y busquen la verdad. Solo es posible si los electores no ven los intereses mezquinos y el oportunismo de los candidatos que manejan, hábilmente, la publicidad, su imagen y siguen las instrucciones de los caciques locales -ignorantes, egoístas, oportunistas-.

Esto ocurre cuando los candidatos para la presidencia son desprestigiados con una difusión, sutil y habilidosa, de alguna mentira o chismes insignificantes, de manera que no se valore la vida, la experiencia, la solidez, la madurez, la transparencia, de la importancia de cada propuesta de país de los candidatos: como nos pasó con Germán Vargas Lleras, cuando, con un episodio insignificante y circunstancial, borraron del mapa la importancia y solidez de su sueño para Colombia.

Y claro que el comunismo se nos viene encima si no le enseñamos a los jóvenes a pensar, a juzgar, a soñar, a valorar, a tener criterio independiente. Y ojo: la amargura de los desempleados o trabajadores ignorantes, humillados, olvidados, dolidos, lleva a cualquiera a acudir a la lo primero que se les aparezca (aunque sea el comunismo): del ahogado, el sombrero.