El Pórtico | El Nuevo Siglo
Sábado, 13 de Octubre de 2018

"Cincuenta años de un lugar de ensueño".

 

Jaime Pradilla, un cachaco bogotano de pura cepa, con la complicidad de su bella esposa, Yolanda Núñez, crearon hace cincuenta años, de la nada, o mejor de sus sueños, un lugar privilegiado que, desde entonces, los capitalinos han convertido en su  "piqueteadero" predilecto de los fines de semana. Está situado sobre la carretera central del norte, cerca de la estación de La Caro.

Jorge, su hijo, en compañía de su hermana Ana María, convocaron a sus asiduos visitantes a celebrar el acontecimiento, el martes de esta semana. Cerca de quinientos invitados degustamos las ricas y tradicionales viandas lugareñas y seis hermosos caballos andaluces, en maravilloso carrusel flamenco, deleitaron a los comensales. En este alucinante pueblo familiar, porque es un verdadero pueblo con sus adoquines, plazas, calles y recovecos, todos pudimos transportarnos a épocas pretéritas.

Durante este medio siglo un formidable equipo de colaboradores ha contribuido a convertir El Pórtico en uno de los sitios más singulares de Latinoamérica. Todos ellos han logrado el milagro de imprimirle calidad de nivel mundial a sencillos y rústicos manjares del paladar colombiano. Son muchos y variados los platos típicos que se ofrecen, pero la carne a la fragua, con su papa y yuca chorreadas,  así como sus típicas empanadas, son los más emblemáticos.

A propósito de la celebración, el editor Carlos Duque preparó un bello álbum, bajo el título "El Tiempo Resucitado". Sus coloridas páginas nos dan testimonio de centenares  de objetos antiguos que han retomado vida en esta espléndida réplica de nuestras haciendas sabaneras. Para Duque, El Pórtico es "una verdadera obra de arte conceptual", construida con fragmentos de edificaciones de épocas pasadas, que se han ido ensamblando "con la creatividad y dedicación de un niño que juega a reinventar el tiempo”, creando así nuevos espacios y novedosas atmósferas, que logran trasportarnos a otras épocas.

Porque en verdad la magia lugareña reside en la embrujadora esencia de las típicas haciendas de la Sabana y esto se palpa en todos sus rincones. Los viejos odres, los chorotes, las rasgadas piedras y erosionadas paredes, así como las aldabas centenarias y los pisos adoquinados por doquier, transpiran viejos recuerdos, evocan la sabiduría de los abuelos y nos regresan a la inocencia de nuestra primera infancia.

Estas estancias nos deben llenar de orgullo porque representan lo mejor de nuestra idiosincrasia. Son lugares solariegos en donde la calidad ambiental está enmarcada por una espléndida vegetación y por sus virtudes patrimoniales. Y campea, no la calculada arquitectura profesional, sino la inspirada genialidad de la improvisación y del amor por la naturaleza. "Mi papá colocaba una ventana o una puerta y luego las encuadraba con adobe", rememora nostálgico Jorge, quien con su hermana Ana María y su señora madre atienden y cuidan de todos los detalles.

Para nosotros es en el señorío y en el calor humano de los anfitriones, así como en su dedicación a preservar tan valioso legado, en donde reside la verdadera explicación de este formidable éxito empresarial. Calor humano que nos hace sentirnos como en nuestra propia casa.  

Adenda:

El Pórtico es el mejor ejemplo del éxito de la llamada “Economía Naranja”