La youtuber que vino de Ucrania | El Nuevo Siglo
Teatro Mayor
Lunes, 15 de Octubre de 2018
Emilio Sanmiguel

Su interpretación de la «Sonata Claro de Luna» de Beethoven ha sido vista por más de 20 millones de espectadores

 

El caso de la ucraniana Valentina Lisitsa, que la noche del pasado martes 9 de octubre, se presentó en el Teatro Mayor, es único en el mundo de la música clásica. Al menos por ahora.

Porque la hoy estrella del teclado, formada primero en la Escuela de Música de Lysenko y luego en el Conservatorio de Kiev, en realidad acariciaba era la idea de convertirse en jugadora profesional de ajedrez. Finalmente, cuando en el conservatorio conoció a Alexei Kuznetsoff, su marido hoy en día, la música le ganó la partida al juego de mesa. Constituyó con él un dúo de piano que empezó a llamar la atención del mundo de la música. Finalmente se instaló con Kuznetsoff en los Estados Unidos.

Pero, no es por eso que el suyo es un caso excepcional. Lo es, porque al contrario de sus colegas, su prestigio no se forjó en las salas de concierto, sino en Internet. Tuvo la brillante idea en 2007 de filmar vídeos que luego «colgaba» en YouTube. Lo que primero fue una curiosidad, con el tiempo se convirtió en un fenómeno: 46 millones de «visitas» en su canal. Es así, por ejemplo, como su interpretación de la «Sonata Claro de Luna» de Beethoven ha sido vista por más de 20 millones de espectadores.

En otras palabras, en YouTube Lisitsa es más famosa que Martha Argerich, Tatiana Nikolayeva, María João Pires, Olga Kern, Yuja Wang y Mitsuko Uchida, ¡juntas!

Un prestigio que, sería necio negarlo, podía entrañar peligros. Porque sí, 20 millones de espectadores para su «Claro de Luna», pero de esos millones cuántos han seguido la «sonata» con concentración, o, cuántos la han «oído» en el esperpéntico sonido de sus teléfonos celulares. Pero eso no ha ocurrido, pues ella se ha encargado de disipar las dudas con sus presentaciones, que superan en la vida real lo que se disfruta en Internet.

Hay que ser muy buena pianista para hacer lo que hizo en Madrid, tocar los «4 Conciertos» y la «Rapsodia sobre un tema de Paganini» de Rachmaninov la misma noche: una prueba digna de una medalla olímpica de la música.

Así lo demostró la noche del martes en el Mayor

Apareció en el escenario como una especie de encarnación de Mavka, la deidad de la mitología ucraniana que viene de los Cárpatos, porque como la diosa, Lisitsa tiene el pelo muy largo y muy rubio. Una vez se sentó al piano, todas las dudas se disiparon en cuestión de segundos cuando enfrentó una de las obras más complejas de todo el repertorio, «Gaspard de la nuit». Fue absolutamente asombrosa la manera como resolvió, con pasmosa facilidad, las dificultades técnicas de los movimientos extremos, «Ondine» y «Scarbo» -de hecho Ravel quiso escribir «algo» que fuera aún más difícil que el temible «Islamey» de Balakirev- porque lo hizo con la musicalidad y profundidad que demanda Ravel, que no le permite al pianista subjetividades emocionales, que serían la negación de su manera de entender la música. Ahora, donde se puso de manifiesto la inteligencia de la ajedrecista y su temple fue la forma como tocó el movimiento central, «Le gibet», donde la lentitud del fragmento, la insistencia en ese pedal de 52 compases en Si bemol con sus «octavas» repetidas, pueden hacer de él una prueba excesiva para la audiencia. Lo cual, desde luego, no ocurrió.

Aplauso para enfrentar enseguida otra prueba de fuego: «Cuadros de una exposición» de Mussorgsky. Nuevamente salió airosa de la prueba: virtuosismo de alto bordo cuando la obra lo demanda, tensión dramática, un control excepcional del sonido, por ejemplo, cuando retrató en «Bydło» la carreta de bueyes alejarse de la escena; hubo tensión dramática en «Cum mortuis in lingua morta» y la explosión de sonido –qué manera de saber controlar el pedal para conseguir un sonido cristalino-  de la «Gran puerta de Kiev».

La segunda parte fue la otra cara de la moneda: Tchaikovski. Primero tocó, con maravillosa convicción –hasta le habría gustado al inconforme Tchaikovsky- la «Gran sonata en Sol mayor, op. 37» y enseguida una novedad –bueno, al menos novedad para mí- la transcripción de Taneyev, aparentemente hecha con el beneplácito del compositor, sobre fragmentos del ballet «Cascanueces»; de hecho es prácticamente una transcripción de la famosa «Suite», que luego del «Vals de las flores» incluye el «Adagio» del «Grand Pas de Deux» del Hada del terrón de azúcar. “Virtuosísticamente” hablando la transcripción es de exigencias muy altas, pero todo parece indicar que ese no es un problema para la pianista venida de Ucrania, que mejor se concentró en la incesante búsqueda del colorido de orquestación original. Y lo logró. Porque Lisitsa en la vida real es mejor, muchísimo mejor que en la vida virtual.