Un peligro anunciado | El Nuevo Siglo
Jueves, 25 de Octubre de 2018

DE nuevo se acerca la ola de temor que provoca la venta de pólvora y  artefactos pirotécnicos en navidad. No puede ser materia económica, con el supuesto objetivo de favorecer a sectores de escasos recursos para sostenimiento familiar.

La orden de prohibición debe ser Ley, desde ahora. Nadie entiende cómo el país mantiene tradiciones y fiestas que se convirtieron en armas contra la sociedad, con saldo de muertes, heridos y discapacitados de por vida.

La manipulación en transporte, depósitos, puestos de venta en ferias  y, ofrecimientos por debajo de la mesa, como estrategia comercial, se configuran como delito de alta gravedad.

La intención ahora quedó validada con la decisión del Gobierno de Bogotá al prohibir venta y porte de armas blancas, medida que debería extenderse a armas de fuego, reservadas solo para integrantes de la Fuerza Pública y seguridad. 

Con pólvora y artefactos similares es hacer una oferta demencial, porque sale como atractivo para niños y adultos. Así el país vive costumbres que se convirtieron en siniestras desde siglos pasados.

El Instituto Nacional de Salud estableció que entre 2014 y 2017, el total de estallidos en el país llegó a 760 con heridos de gravedad; unas 40 personas fallecieron entre ellas jóvenes, niños y niñas de distintas edades, en las cuatro navidades citadas.

Más de 40 de esas víctimas, aparte de quemaduras, quedaron con lesiones en extremidades y sensibles pérdidas oculares y auditivas. El fenómeno no escapa en la navidad de todo el país. Es modalidad alentada por autoridades regionales.

Al igual que mayoría de expendios populares, tienen organizaciones en transporte, distribución y venta. No puede ser actividad legal, porque soslaya, el peligro, al vender explosivos en medio de gente; además han destruido a lo largo de años, viviendas y comercios.

Ojalá la noticia de fin de año fuese que la pólvora dejó infractores en venta pero no estallidos, ni víctimas. Por eso, se espera medidas coercitivas y sancionatorias.

Junto a la pólvora está el licor adulterado, otra red de comercio con su propio sistema para alteración de bebidas con distribuidores, instalados en barrios de ciudades y poblaciones; pululan los capos en ese negocio.

Mirar el cuadro de navidad, enmarcado con pólvora, juegos pirotécnicos, licores  adulterados y reguetón o canciones del llamado “despecho”, con todo y sus groserías, dejan pensar que lo demencial, abrió camino en Colombia.

Argumenta un médico, a esta columna: “Pólvora y licor adulterado, o en exceso son armas con resultados evaluados con dolor, en el pabellón de quemados del Hospital Simón Bolívar, el gran especializado en Bogotá, en atender quemados y alicorados”.

Mejor que en el país se reafirme este año, campaña contra pólvora y licor adulterado. No son juguetes.