Diez-Diez, día que da rienda suelta al orgullo nacional | El Nuevo Siglo
El Nuevo Siglo
Martes, 15 de Octubre de 2019
Carlos Higuera
Delegaciones de los ‘países amigos’, encabezados por Japón, concurrieron al majestuoso espectáculo, donde las carrozas exaltaron progresos de los pobladores de Taiwán

_______________

El sol apenas empieza a salir y hay ambiente de fiesta. Las calles engalanadas con la bandera roja y azul y un astro rey brillando, poco a poco empiezan a colmarse de público. Es el Diez-Diez o Día Nacional de Taiwán.

Los padres llevan a su pequeños hijos para contarles la historia, pero no solo la de que este es el festejo 108, sin de cada uno de los participantes en el multicolor espectáculo del que forman parte las fuerzas militares, deportistas, artistas y desde luego las autoridades encabezadas por la presidenta Tsai Ing-wen.

El resonar de los tambores se hace cada vez más intenso y los acrobáticos movimientos de los integrantes de las diferentes escuelas de danzas contribuyen para soportar el calor que en la medida que transcurren los minutos se hace más intenso.

El epicentro del Diez-Diez es el Palacio presidencial de Taipéi o la “Oficina del Presidente de la República de China”, edificio ubicado en el Distrito Zhongzheng, en donde hay un movimiento inusual y las medidas de seguridad son extremas.

Fue diseñado por el arquitecto Uheiji Nagano durante el período de la ocupación japonesa de Taiwán (1895-1945), restaurado después de la guerra por Chen Yi y desde 1950 es la Oficina Presidencial en 1950.

Allí, las delegaciones diplomáticas acreditadas, los delegados de oficinas comerciales y muchos otros invitados, mientras a fuera se colman las calles de gente y el espectáculo previo, de danza y música avanza, espera para estrechar la mano de la mandataria en una ceremonia que no tarda más de cinco segundos y en la que no hay tiempo para fotos.

Los jóvenes, sentados sobre los andenes y los niños aferrados a sus padres esperan a que empiece el desfile. “Es el Día Nacional de Taiwán y quiero que me hizo se sienta orgulloso como yo de ser taiwanés”, dice un señor de unos 35 años y relata que cada año el 10 de octubre cumple el “ritual” de enseñarle a su hijo el significado de la celebración.

Las tribunas especialmente acondicionadas para las delegaciones diplomáticas e invitados especiales, poco a poco se van colmando en la medida en que cumplen con el saludo protocolario a la presidenta Tsai Ing-wen.

Al frente centenares de jóvenes soportan el rayo del sol que cada vez es más fuerte. “Estamos de fiesta y es una vez al año”, según indica un boy scout que llegó al lugar, frente a la casa de gobierno muy temprano en la mañana y quien junto a sus compañeros deberá formar la barrera para que nadie invada la calle cuando estén pasando las carrosas.

Para los invitados especiales que ocupan las butacas a lo largo de más de una cuadra, en cinco filas, el calor es llevadero. Cada uno recibió un sombrero típico taiwanés y un ventilador de mano para refrescarse cada vez que lo requiera.

Fiesta corrida

Tres detonaciones dan a entender que es la hora del inicio del desfile los aires del caluroso cielo de Taipéi es surcado por un helicóptero que pasea orgulloso una enorme bandera de la isla. Luego aparecen los participantes de una revista aérea y los motorizados inician su espectáculo.

Todo es sobrio. Con una programación que se cumple con estricto rigor, pero que se va prolongando a lo largo de la mañana, acompañado por música y danza de la Compañía Nacional.

“Hoy es el Día Nacional 108 de la República de China. Me gustaría agradecer a todos nuestros amigos de todo el mundo que han venido a conmemorar este día con nosotros”, comenzó diciendo la presidenta Tsai Ing-wen, momentos después de que sonaran tres cañonazos y empezaran a desfilar las motos policiales y demás militares.

El ruido de los helicópteros y los acordes musicales decían a las claras que la fiesta iba a entrar en su etapa más emotiva.

“El mundo cambiante avanza constantemente”, afirmó la Mandataria taiwanesa en su discurso.

Añade que “el año pasado, el día nacional, les dije a todos que Taiwán estaba en medio del cambio. Los cambios en la situación del comercio mundial y la escena política internacional llevaron a un futuro plagado de desafíos. Dije que debemos buscar la adaptabilidad de estabilidad y el progreso”.

Mientras la mandataria continuaba con su discurso y era seguida en silencio por los asistentes cercanos a la tarima, las calles por donde transitarían las carrosas continuaban abarrotándose, ya no solo de habitantes locales, sino de turistas expectantes por disfrutar de lo que se anunciaba como un espectáculo “maravilloso”.

Color y orgullo

Si algo tienen los taiwaneses es que se sienten orgullos de sus triunfos. Por ello siempre están recordando que esta isla de 33 millones de habitantes ocupa el primer lugar a nivel mundial en la producción de chips y microchips para teléfonos inteligentes y computadores.

También hablan de su Museo Nacional que alberga casi 700 mil piezas, cada una con una historia milenaria y al que anualmente acuden unos seis millones de pesos de todo el planeta.

Por eso mismo una de las carrosas homenajeaba al tren bala, el mismo que les permiten recorrer 160 kilómetros en menos de media hora y que es una alternativa para quienes no gustan del avión o quieren evitar las demoras en los aeropuertos.

De la misma manera, otra de las llamativas carrosas estuvo destinada a exaltar el edificio 101, el mismo que por años fue el más alto del mundo y que hoy es centro de atracción para los turistas.

Cada una de las nueve tribus nativas que habitan la isla también tuvieron su espacio en esta fiesta llena de colorido y música, en la que no podía faltar el homenaje a los ganadores de medallas en los Juegos de la Juventud, los militares que han sobresalido en sus tareas y de la que participaron miembros de las delegaciones reconocidas por el gobierno, con las que existen vínculos diplomáticos fuertes, encabezadas por Japón, Costa Rica, Guatemala, Honduras y Paraguay.

Cada uno de los integrantes de las delegaciones mostró los trajes típicos de sus naciones, mientras que algunos de los integrantes de las tribus locales recorrieron las calles descalzos, sin importar que el suelo quemaba.

El majestuoso desfile termino y en la casa de huéspedes e dio rienda suelta a otra celebración, flamenco, música de violín y comida. Mucha comida…