Guayaquil | El Nuevo Siglo
Martes, 22 de Octubre de 2019

La consigna de la izquierda radical en Ecuador era y, no obstante el acuerdo del domingo 13, seguirá siendo tumbar al presidente Moreno.

Y aunque saben que será muy difícil conseguirlo, la Conaie, es decir, la confederación de indígenas prochavistas, hará hasta lo imposible para que se anticipen las elecciones y volver al status quo anterior.

Por supuesto, ellos estaban esperando el momento oportuno para dar el zarpazo telecontrolado desde Bélgica por Rafael Correa.  Y lo han encontrado.

Pero Correa tampoco ha estado solo en esta aventura.  Como es apenas obvio, cuenta con el apoyo de Castro, Maduro, y Vladimir Putin.

En el fondo, su desordenado manejo de los cuantiosos préstamos chinos fue lo que produjo la crisis estructural que ahora el presidente Moreno está obligado a superar con escrupuloso rigor macroeconómico.

De hecho, como prófugo de la justicia, Correa conduce ahora un programa televisivo en RT (Russia Today) y goza de toda la confianza de la nomenclatura rusa.

Porque Rusia no se limita a ser la columna vertebral de la dictadura madurista.  Su pretensión es convertirse en el contrapoder de las democracias liberales en el hemisferio.

Por eso, los esfuerzos de esa izquierda incendiaria están bien sincronizados para irradiar toda su influencia desde Argentina y Ecuador, enquistarse en México y apoderarse de Colombia y Perú.

En Colombia, todo se facilitaría si al expresidente Uribe lo encarcelan; y en Perú, no hay nadie mejor que el extremista hermano de Ollanta Humala para garantizar, esta vez sí, el acceso al poder, también en el 2021.

Como si fuera poco, en México ya tienen al simpatizante López Obrador tramitando todo tipo de favores ideológicos y diplomáticos, aunque saben que el grado de integración entre ese país, Canadá y los EEUU, le impedirá avanzar a la velocidad deseada.

Pero el punto clave, el Estado bisagra en el área Andina es Ecuador.  

Por eso, el órdago tiene que darse a fondo y anticipar elecciones presidenciales para que, por arte de magia, Correa vuelva a Carondelet.

Y, sin duda, los indígenas están convencidos de que en esta ocasión, tarde o temprano, repetirán la historia que protagonizaron entre el 97 y 2007, cuando derrocaron a tres mandatarios.

Lo que pasa es que no cuentan con que hay suficientes lecciones aprendidas y la burguesía ilustrada en Ecuador ya está intelectual y militarmente preparada.

Preparada para absorber y superar la toma del Parlamento, la huelga general permanente, el secuestro de uniformados, la sedición, la rebelión y la asonada.

Y goza del apoyo de los principales Estados libres del área.  

Estados que, en sana lógica, deberían estar preparados para enviar una fuerza multinacional a Quito, Ibarra y Guayaquil en caso de que la turbamulta siga recurriendo de modo sistemático a la que, técnicamente, debemos llamar ‘protesta violenta no armada’.

A menos, claro, que la cobardía y la indiferencia que florecen en el vecindario terminen prevaleciendo y solo se limiten al declaracionismo diplomático de respaldo abstracto firmado apenas por siete de los 20 que debieron hacerlo en su momento.

Cobardía que debería quedar descartada, por lo menos esta vez, porque esos colegas del presidente Moreno están viendo en él, en primera persona, lo que podría sucederles si optan por quedarse (una vez más) con los brazos cruzados.