Carta a María Isabel Rueda | El Nuevo Siglo
Sábado, 9 de Noviembre de 2019

Apreciada María Isabel: En agosto del 2007, al cumplirse 10 años de la muerte del expresidente Misael Pastrana Borrero, El Tiempo publicó una nota de mi autoría cuyos apartes pertinentes, para el propósito de esta carta, me permito transcribir:

“Nada más falso que la adulteración de las elecciones de 1970. El ministro Noriega calificó de “novela electoral” los datos de la radio. No estábamos acostumbrados a comicios tan reñidos y la difusión inicial de Bogotá y otros centros urbanos que le daban precaria mayoría al ex dictador (nunca superó los 21 mil votos en un total del 26% de los escrutados) alteró las pasiones. Como después, el olvidadizo “Tigrillo” armó su novela, sin protagonistas identificados, sin hechos señalados, sin lugares determinados, transcribo las afirmaciones consignadas en el libro de su autoría “Lo que pasó aquella noche”: “De pureza absoluta fue la credencial que ese 15 de julio le entregaron al doctor Misael Pastrana Borrero los magistrados de la Corte Electoral”.

El acta de los notables, designados por el presidente Lleras Restrepo fue contundente y unánime: “No hemos hallado en documentos de la Registraduría (…) elemento alguno que nos impida expresar nuestra convicción moral de que no hubo alteración ninguna, (…) de la voluntad que los sufragantes quisieron conscientemente expresar en las urnas. (…) (firmados) Uribe Holguín, Arriaga Andrade, Ramírez Moreno, Vargas Rubiano, Gutiérrez Anzola, Delgado Barreneche, Ortiz Lozano (rojista), Carlos Mario Londoño (rojista)”.

Es contrario al rigor que acostumbras afirmar que “el chocorazo de leyenda” se confirmó en una anécdota, con olor a aguardiente, que le contaron a Carlos Augusto Noriega. (De reeleccionesychocorazos.ElTiempo.Octubre27/2019). Concederle súper poderes electorales y capacidad de sumar cientos de complicidades en poco tiempo al hombre del “bonitico” es un desvarío que sólo se explica por las incoherencias del Noriega de esos días cuando fue derrotado, en su deseo de volver al Senado de la República por el departamento de Santander, por la lista oficial encabezada, si no me equivoco, por Jaime García Parra. Culpó del resultado al bolígrafo de Misael Pastrana. Y decidió cobrárselo.  El gran lector que era el “Tigrillo” había leído en la tragedia de Sófocles, Edipo Rey, que el investigador descubrió que él mismo era el culpable.

Noriega, inteligente polemista y buen parlamentario, dado a la inquina y presa fácil de la adulación, añoraba las alfombras del poder, los fados de Amalia Rodríguez y los vinos del Duero. En política sólo le rendía honores a Gilberto Alzate Avendaño. Detestaba el aguardiente y gustaba de los buenos licores, que escanciaba con frecuencia. Entonces, aparecía el hombre del rencor y soltaba su afilada lengua. Ciertamente, su novelón electoral no es más que la historia de un resentimiento.

 

María Isabel, ahora que evoco a Don Gregorio Marañón recuerdo que a Tiberio, siempre de copas, le decían “biberius”.

Con el aprecio de siempre,