La inspiración política en Duque | El Nuevo Siglo
Viernes, 1 de Noviembre de 2019
  • Los hechos son más dicientes que las palabras
  • Interesan, prioritariamente, soluciones sobre la política

 

UNO de los alicientes democráticos del actual gobierno del presidente Iván Duque consistió, en la última justa, en no haber intervenido en modo alguno en el escenario electoral. Desde luego, ese era su deber. Y es un buen síntoma para la democracia local que ella no sea interferida por voluntad diferente a la de los ciudadanos en cada rincón del país.

De otra parte, lo que en principio se vislumbraba como una campaña violenta en ascenso pudo controlarse por las autoridades correspondientes, sin que por ello ciertamente deje de llamarse la atención sobre los cruentos hechos criminales ocurridos al inicio del evento proselitista. También preocupan, claro está, las denuncias sobre delitos contra el sufragio hechas por los organismos de control, en particular la Procuraduría y el Consejo Nacional Electoral. Vale decir, sin embargo, que la valiente acción de este tribunal al atacar la trashumancia electoral en tiempo real y eliminar alrededor de un millón de inscripciones sospechosas de cédulas, sirvió altamente para enfrentar ese fenómeno anómalo. Esa decisión no afectó la masiva asistencia a las urnas, pues el domingo bajó la abstención, y sí obtuvo que los resultados fueran a todas luces más transparentes. Lo anterior resulta una comprobación de cómo la democracia local se va afianzando paulatinamente, con la ayuda de las autoridades correspondientes.

Ya está dicho, naturalmente, que cada día es menor la abstención y mayor el uso del derecho al voto. Eso lo que significa, precisamente, es un espaldarazo de la ciudadanía a las instituciones democráticas y una clara muestra de confianza en el devenir del sistema adoptado por Colombia.

Es allí en donde cobra relevancia sustancial el hecho de que el Ejecutivo se hubiera aplicado y limitado a su deber: garantizar el ejercicio al voto y el orden público. Es posible que desde el propio partido de gobierno le estén lloviendo rayos y centellas al Presidente por cuenta de un sector minoritario. Pero la verdad sea dicha: el compromiso gubernamental es “cero mermelada” y un corte drástico con las malas costumbres utilizadas en el pasado para influir en los comicios.

Visto lo anterior, resulta de alguna manera sorprendente que, desde otros partidos, eventualmente tildados de independientes, bajo la égida de líderes reconocidos que participaron en las últimas elecciones presidenciales, se esté insinuando que el Presidente es intrascendente y no tiene norte. De suyo, alguno de ellos ha dicho textualmente que “el gobierno nacional no está inspirando a nadie sobre nada. Lo he dicho varias veces: ¿para dónde vamos?”.

La respuesta a ese interrogante viene dada, precisamente, en la actuación presidencial, cuyo norte, como lo ha dicho una y mil veces el Primer Mandatario, consiste en eliminar de la cultura política colombiana lo que él ha denominado el “transaccionismo” y cambiar las costumbres al respecto. Esa es la consigna esencial de su gobierno. 

Hay allí, por supuesto, el motivo de la inspiración que algunos reclaman. Porque cambiar la cultura nacional en este aspecto es un reto mayúsculo, cuyo cumplimiento no solo ha sido demostrado por el Presidente en su relación con el Congreso, sino igualmente en su conducta de respeto a la democracia local y de no intervención proselitista en ese escenario.

De otro lado, algunos excandidatos presidenciales que provienen de fuerzas independientes han tomado el coalicionismo como una formulación política a derrotar. Pero no se dan cuenta, por ejemplo, que su propio éxito en Bogotá, para tomar solo un caso, se debió precisamente a una coalición entre el Partido Verde y el Polo Democrático. En ese sentido, si se relacionan las votaciones generales para la Alcaldía y el Concejo Distrital es factible encontrar que ambas, en total, fueron prácticamente iguales, alrededor de los tres millones de sufragios. Y que el apoyo en las urnas a la nueva alcaldesa, Claudia López, fue fruto de unos 600 mil votos verdes, alrededor de 200 mil del Polo, seguramente una porción adicional del sector petrista que no acompañó a Hollman Morris y un remanente de gente sin partido. Así mismo, frente a los rubros del Concejo Distrital, el candidato Carlos Fernando Galán obtuvo, en cambio, alrededor de un millón de votos prácticamente independientes de cualquier vaso comunicante partidista. En todo caso es indudable y evidente que Bogotá, en uno u otro sentido, votó por el centro y por la solución mancomunada a los problemas distritales, más que por el divisionismo político. Y esa es una buena lectura que, de antemano, está haciendo la entrante mandataria distrital.

Así las cosas, la inspiración política que algunos le reclaman al presidente Duque se da, pues, dependiendo de cómo se la mire. Si lo que se quiere es palabrería y crispación seguramente no la encontrarán, pero si se quieren ver los hechos, tanto en las relaciones con el Congreso como en la actitud seguida frente al desenvolvimiento de la democracia local, esa inspiración habla por sí sola y se impone como la ruta a seguir.