La educación liberadora | El Nuevo Siglo
Sábado, 21 de Noviembre de 2020

No hay forma de entender que hay personas, supuestamente, inteligentes que privilegian cualquier ideología, por ridícula que sea, por encima de la realidad de la persona humana, sin medir las consecuencias. Cuando la conducta humana que no busque el bien, la verdad en la realidad, la razón que nos indica la antropología -en todas sus dimensiones-, estamos hablando de caos político, injusticia social, pobreza y marginación.

Los “genios” de las ideologías no ven que necesitan prepararse, desde la cuna, para vivir en sociedad: el ser humano depende de esta preparación. Gústenos o no nos guste: somos los más indefensos, los que necesitamos más años para el destete de la madre. Para vivir autónomamente, para llegar al uso de razón, se requieren siete años mínimo, pero necesitará, de todas maneras de los demás para vivir el resto de sus vidas.

Además, es poco inteligente igualar la mujer al hombre: cada uno tiene una misión fundamental y complementaria, para la supervivencia de la especie, para el crecimiento justo de la sociedad. La misión radical de la mujer es: ser madre. Y la del varón, es complementarla. ¿Qué esta es una afirmación cavernícola: claro que no? Salvar la especie es anterior que cualquier profesión u oficio. Por esto mismo la mujer debe prepararse, académicamente, a la par del hombre, de manera que pueda educar a los hijos para que se realicen sirviendo a los demás, como ciudadanos ejemplares, valiosos, como miembros de una familia exitosa, como profesionales excelentes. Así, las nuevas generaciones serán solidarias para la humanidad.

No pretendo que la mujer debe quedarse en la casa el resto de su vida, claro que no. Superado el tiempo de la crianza de ciudadanos sobresalientes, para el mundo. La mujer como mujer, pensando como mujer, preparada  como mujer, vistiendo como mujer, trabajando como mujer,  con su intuición, su picardía, su creatividad, su espíritu conciliador, su inteligencia, en el universo económico, político y social. Así, la mujer es irremplazable en todas las disciplinas académicas, políticas, económicas. Para no ir muy lejos vale la pena recordar a la extraordinaria gestión de la señora Merkel como canciller en Alemania: sin abandonar a su familia ni un minuto.

Esto nos lleva a cuestionar las ideologías que han llevado al mundo a descartar las virtudes imprescindibles para la vida en sociedad -de aquí el sancocho en que estamos nadando- siendo que la columna vertebral de los Estados desarrollados -que privilegian el bien común- viene de las culturas que privilegian el desarrollo social equitativo, fruto de una educación integral. Además de la prudencia, la fortaleza, la justicia, la templanza -de Platón- piden volver a lo fundamental: en una nación grande, soberana y libre.

Esto es el bien común, la solidaridad, la subsidiaridad: una democracia como sinónimo de ciudadanos -desde la cuna- preparados, autónomos, políticamente maduros. Dicho de otra manera, lo que nos pide el momento histórico es una educación integral: formando a la niñez y la juventud como humanos íntegros, que se reconozcan como espíritus en el tiempo.