Solidaridad | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Noviembre de 2020

La solidaridad es un concepto que se trae a colación cuando se habla de economía, de política o de temas sociales. La Real Academia de la Lengua la define como un “modo de derecho u obligacion in sólidum”.  Lo que es cierto en todo caso, es que su ejercicio implica la renuncia al egoísmo y al individualismo que, en no pocas ocasiones, caracteriza al género humano en su afán por satisfacer sus propios intereses.

La actitud solidaria, que es hoy considerada principio y requisito de los sistemas de organización social modernos, no puede ni debe ser equiparada con la caridad o la limosna, entendidas estas como aquel sentimiento -a veces loable- que impulsa a interesarse por los demás.

No.  La solidaridad no debe ser producto de la lástima o el pesar. De hecho, como sucede en múltiples naciones, ella es considerada como una manera de cumplir con la responsabilidad social que a todos atañe.

El sólo hecho de vivir en sociedad y de ser parte de un proyecto común, sellado en lo que se denomina el pacto social, implica que cada integrante de esa comunidad tiene el deber de propender por la consecución del fin que se ha convenido: sea la convivencia pacífica, la realización de la justicia, la equidad, la paz, la protección de la vida, o todo ello simultáneamente.

Para lograr cualquiera de estos objetivos se requiere que cada individuo sea consciente que, en la medida en que sus socios (las demás personas que han signado el Pacto) vivan en condiciones dignas y tengan acceso a sus derechos, será menos largo y tortuoso el camino hacia el desarrollo sostenible, lo que en palabras de Amartya Senn significa no solamente avanzar en términos de crecimiento económico, sino que involucra el cuidado del medio ambiente, la equidad intra e intergeneracional, la salud y la educación, para construir un futuro común en el que todos los seres humanos tengan acceso a oportunidades para desarrollar sus capacidades, realizarse en lo personal y tener así las condiciones para contribuir de manera más calificada a que los Estados y sus instituciones cumplan con sus propósitos y puedan ser garantes del bienestar general.

Por ello, en circunstancias como las que actualmente se presentan en Colombia, a propósito de los fenómenos naturales que han azotado varias regiones del país, vale la pena recordar que el deber de obrar “conforme al principio de solidaridad, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la salud de las personas”, es una obligación.

Es en estas circunstancias en las que se requiere tener conciencia de que los problemas que aparentemente aquejan a los otros, en realidad son problemas de todos los miembros de la comunidad y, en tal sentido, cada uno debe hacer el esfuerzo que esté a su alcance para contribuir con la solución de la problemática.

Es la hora de lograr que la población se movilice por solidaridad y no por complicidad. La primera, como señalaba Alvaro Gómez Hurtado, consiste en las acciones emprendidas con fines altruistas, de manera generosa y a partir de un sentido de responsabilidad social.  En la segunda, la movilización se hace con propósitos egoístas, por la obtención de provecho personal, en razón de un compromiso adquirido, o con el ánimo de destruir o anular al otro.

@cdangond