La vacuna, un faro de esperanza | El Nuevo Siglo
Miércoles, 25 de Noviembre de 2020

Los científicos mundiales han respondido a la pandemia del Covid-19 con decisión, eficacia y mucha más rapidez de lo que usualmente demora el desarrollo de una vacuna, el cual puede tomar más de cinco años y ha sido logrado en menos de uno. Algunos laboratorios están trabajando sin interrupción las 24 horas del día, dividiendo a sus equipos científicos en horarios de 8 o más horas.

El desarrollo de esta vacuna ha sido una valerosa maratón que muestra la capacidad y la resiliencia del ser humano ante una crisis colectiva como la presente. La comunidad científica le está saliendo al paso a esta plaga convirtiéndose en el faro de esperanza de la humanidad.   

Compañías farmacéuticas, laboratorios biotécnicos y universidades han unido fuerzas para encontrar, a la mayor velocidad posible, una vacuna contra el Covid-19. Aparentemente, lo han logrado.

Supuestamente se podrán comenzar a aplicar las diferentes vacunas, producidas por los diferentes equipos científicos, en las próximas semanas. Solo se esperan las aprobaciones finales.

Pfizer ha anunciado que tiene ya en producción 50 millones de ampolletas de su vacuna, la cual desarrolló en aproximadamente 10 meses y tiene una sorprendente eficacia superior comprobada al 95 por ciento. Generalmente, 70 por ciento  es lo que exigen los gobiernos para aprobar una vacuna.  

La vacuna desarrollada en Rusia, llamada Sputnik 5, con la que ya se comenzó a vacunar a personas en alto riesgo de contagio, tiene 92 por ciento de eficacia y se sabe, aun cuando no hay detalles, que China también está vacunando grupos especiales desde hace semanas.

La Universidad de Oxford, en colaboración con la compañía farmacéutica AstraZeneca, al igual que Moderna, la firma biotécnica norteamericana, esperan tener sus vacunas listas para antes del fin de año. Igual sucede con otros importantes laboratorios globales.

Sin embargo, vacunar a los más de 7.800 millones de habitantes del planeta será imposible. El solo costo de producción, distribución y aplicación es inimaginable. A esto se suma el almacenamiento apropiado de las ampolletas; por ejemplo: la vacuna de Pfizer requiere refrigeración específica permanente. Se necesitarán miles de millones de jeringas desechables, desinfectantes y algodones y un intenso entrenamiento del personal para aplicarla.

Otra batalla será la promoción para convencer a la gente que se vacune. Como bien sabemos, no pocos se oponen a las vacunas, inclusive negándose a vacunar a sus hijos contra el polio, la viruela y la tosferina, lo que ha hecho que estas enfermedades, casi extintas gracias a las vacunas, hayan regresado.  

Los gobiernos han manifestado que tendrán prelación de vacunación aquellos con alto riesgo de contagio como los equipos médicos y quienes estén en constante contacto con personas contaminadas. También tendrán prelación los mayores de 65 años y quienes tengan condiciones médicas que los hagan vulnerables.

¿Cómo lograr que la vacuna llegue a los países menos desarrollados, donde no se está produciendo y a los más pobres? COVAX, una nueva iniciativa mundial que agrupa gobiernos y productores, está desarrollando un programa de equidad en el reparto de las vacunas.

Quedan muchísimas preguntas por responder y entre ellas la más importante es: ¿hasta dónde y por cuánto tiempo estas vacunas dan inmunidad al que la recibe e impiden que esa persona trasmita el virus? Pero, por fin, hoy hay una luz de esperanza en el mundo.