Fernando Carrillo tiene la triple condición de haber sido impulsor de la Séptima Papeleta que dio origen a la reforma constitucional de 1991, integrante de la asamblea constituyente que redactó la nueva Carta Política y hoy Procurador General de la Nación, cuyo principal rol es hacer cumplir el menú de derechos que la Constitución da a todos los colombianos.
Por lo mismo EL NUEVO SIGLO habló con el jefe del Ministerio Público sobre lo que ocurría hace treinta años, días antes de la elección de los dignatarios de la constituyente y lo que esa cita a las urnas significó.
De igual manera, Carrillo hace un balance muy puntual de los que califica como grandes avances de la Carta en tres décadas, lo que falló en la implementación, los riesgos reformistas y responde por qué no se cumplió con la promesa básica de que esa nueva norma de normas fuera un tratado de paz.
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EL NUEVO SIGLO:- El próximo 9 de diciembre se cumplen 30 años de la elección de los integrantes de la Constituyente del 91 ¿Cuál era el ambiente en esa antesala electoral?
FERNANDO CARRILLO:- En la antesala de las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente el país vivía un clima de enorme expectativa y optimismo por el paso trascendental que se aprestaba a dar, que transformaría la democracia y afianzaría el camino de la paz con cinco organizaciones guerrilleras.
En medio de un profundo consenso político el país se alistaba a elegir a los hombres y mujeres que cumplirían la misión de derrumbar la muralla en que se había convertido la Constitución de 1886, que durante muchas décadas mantuvo al país bajo la férula del artículo 121 de “Estado de sitio”, y construir las bases de una nueva institucionalidad para Colombia.
Se vislumbraba un escenario inédito que rompía el pesimismo aterrador que siempre nos arrebataba el futuro. La Séptima Papeleta se le coló a la clase política de ese momento. Fue un gol de túnel a un equipo de políticos avezados que pensaron que los estudiantes de ese momento éramos quijotes inofensivos fácilmente derrotables.
Fue un gran descuido de la clase política acostumbrada a triturar las reformas que no fueran de su conveniencia.
ENS:- El bombardeo a ‘Casa Verde’, la sede histórica de las Farc, ese 9 de diciembre, fue entendido como un portazo definitivo a esa guerrilla, contrario a la participación del M-19 y los cupos para el Epl ¿Un error histórico?
FC:- El gran error histórico fue de las Farc que, por fallidos cálculos políticos, se negaron a participar en el proceso de la Asamblea Nacional Constituyente ¿Cuántos muertos se hubiera ahorrado el país si esa organización hubiera dado el paso histórico de ser parte del más importante acuerdo político que Colombia ha vivido en los últimos 60 años?
Tras fracasar luego los procesos de paz de Tlaxcala y El Caguán la guerra vistió de luto a Colombia hasta que llegaron los acuerdos de La Habana, ratificados luego en el Teatro Colón en 2016. La gran lección es que fue la Constitución de 1991 la que hizo posible el regreso a la vida civil de las Farc. Era un paso fundamental en esa dirección, pues además la paz fue la motivación con la que la Corte Suprema le abrió la puerta a la Constituyente.
ENS:- ¿Tres décadas después, cómo ve el mapa político e ideológico que salió de las urnas aquel 9 de diciembre? ¿Si era representativo de todo el país?
FC:- En la Constituyente estuvieron representados todas las organizaciones que creyeron en la paz y en un nuevo pacto político, incluyente y polifónico, para hacer posible una Colombia laica, más justa, participativa, solidaria e incluyente.
Ahí estuvieron sentados hombres y mujeres de todas las ideologías, razas, etnias y credos, incluidos los exguerrilleros del M-19, el EPL, el Quintín Lame y el PRT. Casi el 30 por ciento de los constituyentes fueron elegidos de una lista del entonces recién desmovilizado M-19. Algo que era impensable meses antes. Fue un sí rotundo de Colombia a los acuerdos de paz con esas organizaciones armadas. Ese fue el país que no quisieron escuchar las Farc, ni el Eln, en ese momento histórico.
Ese consenso político es lo que hoy se echa de menos para superar la visión extremista que padecemos, afianzar la paz y dejar atrás la política del odio que impide acuerdos para trabajar unidos por un propósito común y sanar las heridas. Era en esencia ese “acuerdo sobre lo fundamental” que pregonaba el doctor Álvaro Gómez y que él mismo ayudó a debatir, redactar y proclamar como la nueva Carta Magna de los colombianos.
¿Qué falló?
ENS:- La Constitución del 91 se proyectó como un tratado de paz pero hoy Colombia afronta un nuevo reciclaje de violencias ¿Qué falló?
FC:- Hemos fallado como sociedad. La política del odio ha ganado mucho espacio y tiene fracturada a Colombia. Tenemos que hacer cumplir la Constitución de 1991 que sigue siendo el camino para la reconciliación. Es necesario cumplir su mandato modernizador, transformador y garantista.
No se puede echar por la borda el camino andado. Hacer trizas los acuerdos de paz, por ejemplo, es un portazo a la historia y una afrenta a la comunidad internacional que mira con estupor a Colombia, porque somos el único país que ha hecho lo imposible por alcanzar la paz con la guerrilla más antigua del mundo y, luego, ha hecho lo posible para despedazar los acuerdos. El Estado tiene que copar los territorios, cumplir lo pactado, multiplicar su oferta social, proteger a los desmovilizados por cuenta de la paz, defender la vida de los líderes sociales, combatir y desmantelar las organizaciones armadas ilegales y desactivar la máquina de la guerra que se nutre del narcotráfico.
ENS:- ¿Qué responde a quienes siguen diciendo que la Carta del 91 era una constitución para ángeles, excesiva en derechos y corta en la exigibilidad de los deberes?
FC:- Están equivocados. Retroceder a la Constitución de 1886 no es una opción. Hoy la Constitución de 1991 está más vigente que nunca. El problema del desarrollo es un asunto de garantía de derechos como lo es la lucha contra la desigualdad, que es una especie de falla sísmica del sistema político, sobre todo en América Latina.
ENS:- ¿Cuál considera hoy, 30 años después, que ha sido la mayor falencia en la implementación de los mandatos constitucionales del 91?
FC:- La falta de voluntad política para cumplirla. Tenemos que ponernos de acuerdo en avanzar en el desarrollo del mandato constitucional. Hay que profundizar en el espíritu modernizador de la Carta. La Constitución hoy treintañera hizo crujir la política tradicional y todavía sus costuras les aprietan a muchos.
ENS:- ¿Y los mayores aportes y logros?
FC:- La Constitución cumplirá tres décadas de promulgación en 2021. Es un libro mayor que nos ha dejado un gran legado. Tenemos que celebrar que nos dio una nueva arquitectura institucional, que incluye entre otras, la Corte Constitucional, la Fiscalía General de la Nación, la Defensoría del Pueblo y el Consejo Superior de la Judicatura, lo que significa un gran avance democrático. A ese legado se suman la tutela, la carta de derechos, el reconocimiento de Colombia como un estado laico, la instauración de la democracia participativa, la descentralización, la equidad de género y la defensa del medio ambiente, y el reconocimiento de las minorías. 2021 tiene que convertirse en un año para avanzar en el gran consenso político que impulse el desarrollo y cumplimiento de la Carta Política.
Delirios
ENS:- ¿Qué tan cierto es que en Colombia hay reformitis constitucional?
FC:- La Constitución de 1991 les estorba a muchos sectores retardatarios que quieren volver al pasado. Los problemas de Colombia no se solucionan delirando con nuevas constituciones, sino cumpliendo la existente. Colombia reclama hoy otro gran consenso político para desarrollar la Carta Política y hacer posible la reforma de la justicia, la modernización de la política, la derrota de la corrupción y la consolidación de la paz. Para no hablar de los desafíos de una reforma profunda de la política social que ya enfrenta el aumento de la pobreza, la agudización de la desigualdad, millones de nuevos desempleados y un sistema de protección social que sea capaz de contener la pérdida de los ingresos de una gran parte de la población por cuenta de la pandemia.
ENS:- Para no pocos el mayor yerro en los cambios constitucionales fue acabar la prohibición de la reelección presidencial en 2004 ¿Qué opina?
FC:- La lección fue clara: cambiar un artículo desajustó la arquitectura y el equilibrio constitucional de controles, frenos y contrapesos. La marca genética de esa Constitución era su rechazo a todo tipo de reelección de los funcionarios. La amenaza autoritaria siempre viene de la mano de quienes quieren eternizarse en el poder. Ese virus es propio de los sistemas presidencialistas y su vacuna es permitir la alternación en el poder.
ENS:- ¿Por qué ha sido imposible aplicar una reforma de fondo a la justicia?
FC:- Porque se sigue insistiendo en el camino errado de la locura que bien describía Einstein: “Hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. Y así van casi una veintena de proyectos que han fracasado en este siglo. Hay que perseverar en que debemos construir un amplio consenso político que haga posible esas reformas aplazadas, sin caer en la tentación de aventuras constituyentes polarizantes.
ENS:- Precisamente, hay quienes insisten hoy en la convocatoria de una constituyente, incluso limitada al tema de la justicia ¿Es viable?
FC:- La Constituyente hoy no es el camino. La ruta de una justicia legítima, ciudadana y moderna está en abrir caminos de acceso a la justicia a nivel local, territorial y rural, desconcentrándola y descentralizándola. Para ello no se requiere una reforma constitucional.
ENS:- ¿La Carta del 91 sí ha contribuido a que Colombia pueda tramitar dentro del marco de la institucionalidad las problemáticas múltiples de un país cruzado por tantas violencias y crisis sociales?
FC:- La Constitución de 1991 tiene la respuesta a muchas de las preguntas. Hay que avanzar en su desarrollo y cumplimiento. Porque las preguntas no han cambiado, arrancando de aquella básica de cómo hacer para no seguirnos matando en este país; de la defensa del derecho a la vida como premisa básica de convivencia o el respeto a la opinión del otro sin recurrir a la violencia.
ENS:- ¿Si pudiera devolverse hoy al 9 de diciembre de 1990 y a la constituyente como tal, qué le cambiaría, qué le sumaría?
FC:- La Constituyente no es una obra perfecta, pero es la mejor guía -la única de la cual disponemos- para sacar a Colombia adelante. 30 años después volvería a firmarla por lo que ha conseguido en materia de garantía de derechos para todos los colombianos. Tuvo sus lunares pese a que varios intentamos impedir que se consagraran en la Carta y algunos ya fueron corregidos. Pero hay que refrendar, sobre todo, ese mandato de garantía de derechos como base de un nuevo pacto de relanzamiento de los nuevos consensos que requiere este país para mirar hacia el futuro. Un proceso de construcción colectiva en el marco del espíritu del 91 que hoy Colombia reclama.