Claroscuro de la vacunación global | El Nuevo Siglo
Domingo, 5 de Diciembre de 2021

* Un año de la inédita cruzada sanitaria anticovid

* Del hito científico a las falencias y desequilibrios

 

 

El próximo miércoles se cumple un año del inicio de la vacunación contra el covid-19. El Reino Unido fue el primer país en empezar a inmunizar de manera masiva a su población. Doce meses después la pandemia, que ya lleva 24, continúa siendo una amenaza grave, a tal punto que varias naciones europeas están de nuevo en situación de alerta y reinstalando medidas de bioseguridad e incluso confinamientos parciales con el objetivo de frenar una cuarta ola del virus que, además, estaría impulsada por el alto nivel de infección de la última cepa descubierta, denominada ómicron, cuya curva epidemiológica es todavía una incógnita y no hay claridad en torno a si las vacunas aplicadas tienen o no eficacia contra ella.

El hecho de que el mundo cuente hoy con no menos de diez vacunas aprobadas para enfrentar este coronavirus constituye uno de los hitos científicos más importantes de las últimas décadas. Desarrollar en menos de un año biológicos que han evidenciado ser eficientes para disminuir la morbilidad y letalidad de un virus sobre el que aún hoy no se tiene claridad de su origen en China y cadena de transmisión al ser humano, es una proeza. Si bien en dos años de emergencia sanitaria se han confirmado 265 millones de personas contagiadas y de ellas 5,2 millones infortunadamente perdieron la vida, el saldo fatal y la dimensión de crisis social, económica y multisectorial serían más graves sin la intervención de las vacunas en tiempo récord.

Las cifras son impactantes: tras un año de vacunación ya más de la mitad de la población mundial (55%) ha recibido al menos una dosis de los biológicos, es decir, 4.300 millones de personas. Y de ese total, 3.400 millones (44%) ya tienen el esquema completo de inmunización. Una cruzada sanitaria sin antecedentes en la historia de la humanidad.

Ahora bien, la otra cara de la moneda es la preocupante. De un lado, es evidente la profunda inequidad en el acceso a las vacunas. En los países más desarrollados y de mayor potencia económica, que fueron los primeros en asegurar de manera prioritaria y excluyente el suministro de los biológicos a medida que empezaron a ser aprobados por las autoridades regulatorias mundiales, continentales y nacionales, la tasa de cobertura de la inmunización está por encima del 60, 70 o más por ciento. En contraste, en las naciones de ingreso medio no solo se empezó a administrar los biológicos meses después, sino que el porcentaje promedio apenas si bordea el 50% en la mayoría de los casos (en materia de esquemas completos). Obviamente, los países pobres presentan las tasas de aplicación más bajas, incluso menores al 30%.

Ese desequilibrio, lamentablemente, se refleja en el índice de personas hospitalizadas o fallecidas en cada región. Incluso, mientras un reducido grupo de naciones ya avanza en la dosis de refuerzo (tercera o segunda, según el biológico aplicado), en otras apenas si se está acelerando la administración de la primera, y eso en gran parte porque Estados Unidos, China, la Unión Europea y otras potencias han donado cantidades ingentes de vacunas ante la urgencia de detener el surgimiento y expansión acelerada de las nuevas cepas, variantes y linajes, como acaba de ocurrir con ómicron en Sudáfrica.  

Si bien desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) se activaron mecanismos como el Covax para agilizar la entrega de vacunas a las naciones menos desarrolladas y con menor capacidad de compra, el sistema no ha funcionado como se esperaba, toda vez que las farmacéuticas no tienen la suficiente capacidad de abastecimiento y deben cumplir compromisos contractuales prioritarios con las naciones de alto y mediano desarrollo.

También constituye una falencia muy alta el hecho de que las iniciativas internacionales para levantar las patentes de las vacunas y permitir su libre producción a nivel global, y por esa vía acelerar la inmunización y contener el avance y evolución de la pandemia, hayan fracasado. Igual ocurre con los medicamentos y terapias para tratamientos.   

Otro fenómeno alarmante tiene que ver con el porcentaje cada vez más visible de personas que en muchos países se niega a vacunarse, aduciendo incredulidad en la eficacia de los biológicos, razones religiosas o simple -casi suicida- irresponsabilidad. Esta franja poblacional se ha convertido en el principal vehículo de propagación del virus, sobre todo de las nuevas cepas y variantes, poniendo en peligro al resto de los habitantes, cuyos índices de reinfección vienen aumentando lentamente.

Como se ve, un año después de iniciar la vacunación contra el covid-19, hay avances superlativos: 8.168 millones de dosis aplicadas. Pero también son grandes y fatales las falencias en el combate a un enemigo que sigue asustando al mundo.