El nuevo capitalismo | El Nuevo Siglo
Martes, 28 de Diciembre de 2021

* Empresarios a la vanguardia

* Ya no sólo son los réditos económicos

 

Mientras algunos se empeñan en proclamar el “socialismo del siglo XXI” como factor indeclinable de redención económica y social, a pesar de los estragos y temeridades demostradas en América Latina, en no pocas partes del mundo (incluida Colombia) pareciera tomar fuerza una noción, por demás antagónica, que bien podríamos llamar el capitalismo del siglo XXI.

En efecto, se trata de un sistema renovado que, ajustando los criterios clásicos y ampliando el ámbito de su desarrollo, colabore al mismo tiempo en profundizar los elementos centrales de la democracia y dé luces novedosas sobre lo que significa el Estado Social de Derecho en la órbita actual.

Lo cual, por supuesto, cobra un interés inusitado, porque el capitalismo, como cualquier modelo que busque permanecer, requiere tonificar sus elementos conceptuales y dar respuesta práctica a las vicisitudes inmediatas, so pena de anquilosarse y perder vigencia.    

Parte de ello se ha dejado entrever, ciertamente, en la actitud positiva de los empresarios colombianos frente a los retos de los últimos tiempos derivados de las secuelas pandémicas. No en vano analistas avezados del país han escrito, para este fin de año, que el empresariado nacional debe estar ocupando un lugar preponderante dentro de los personajes de 2021. De hecho, basta ver las encuestas para observar, asimismo, que la imagen favorable de los empresarios los ha situado entre los representantes más significativos de la nación. Es pues un reconocimiento poco común, en estas épocas de iconoclastia, que pasa por su desempeño solidario, la creatividad para brindarle soluciones al gobierno y la certeza de que sin ellos la situación colectiva, en tantas facetas sensibles que manejan, pudo haber sido aún más compleja.

Bajo esa perspectiva, parecería lógico, a su vez, que la conducta seguida por el empresariado nacional no puede quedar exclusivamente atada a la emergencia sanitaria. De suyo, mientras los empresarios han sido proactivos en generar los recursos fiscales necesarios, elevar históricamente el salario mínimo de modo concertado y reactivar el empleo, no se han rezagado en la materia que nos ocupa. Es decir, fomentar el capitalismo del siglo XXI, dentro del cual la actividad empresarial ya no sólo pertenece al ámbito privado rutinario, sino que goza de una extensión pública y también obedece a un engranaje ecológico y social.

En esa dirección, es menester registrar que este año un número considerable de empresas colombianas se ha constituido en sociedades de beneficio e interés colectivo, con los certificados correspondientes. O sea, que el propósito prioritario de las compañías ya no es de modo exclusivo y excluyente el ánimo de lucro, como previamente, sino que en el mismo nivel estatutario se incorporan los objetivos ambientales y comunitarios. De este modo, lo que antes se denominaba responsabilidad social o compromiso ambiental, aspectos que solo algunos desarrollaban incidentalmente y muchas veces como un mero añadido, ahora hacen parte del núcleo del pacto societario en el mismo rango de las razones comerciales.

Con ello, entonces y por definición, un gestor, accionista, administrador o inclusive trabajador, en síntesis, la empresa como un todo se ha convertido en un agente social, más allá del pago de los tributos y otros renglones tradicionales de los balances, y en una promotora del desarrollo sostenible, con sus exigencias perentorias. Lo que, en suma, es un cambio drástico en la interpretación del capitalismo como se entendía.

Así, se ha abierto un gigantesco campo de acción en que empresas de toda índole, grandes, medianas o pequeñas, se irán convirtiendo paulatinamente en piñones fundamentales de los intereses ambientales y comunitarios, más allá incluso de las actividades estatales o por lo menos de una manera más directa. De lograrse estas metas voluntarias, pero ineludiblemente adscritas al capitalismo contemporáneo, se habría conseguido una visión colombiana complementaria del Estado Social de Derecho habitual.

De otra parte, el capitalismo del siglo XXI, tanto en Colombia como a nivel mundial, también encuentra grandes retos en lo que suele llamarse la generación de valor. Incluso, una mayoría de empresarios todavía permanece en la idea de que este debe ser tangible, es decir, medible en términos monetarios. Pero en el nuevo sistema capitalista puede haber o, de hecho, hay mucho más valor en lo que no se ve, ni encuentra una valoración en los estados financieros. Efectivamente, elementos que antes se consideraban marginales, como la cultura organizacional, el modelo operativo, la creatividad digital, la capacidad innovadora, el capital de talento humano, la eficiencia de procesos, la igualdad de género, para no entrar en tantas variables intangibles, además de las ambientales y sociales ya dichas, hoy pueden ser el corazón de las empresas así esto no se refleje en los balances.

El punto, en todo caso, es que aparte de discursos incendiarios e inútiles, Colombia, de manera silenciosa pero eficaz, parecería estar entrando al capitalismo del siglo XXI bajo la óptica de un nuevo enfoque empresarial. Vale decirlo, entre tantos dislates que se escuchan en la campaña política.