El remedo de la democracia | El Nuevo Siglo
Miércoles, 5 de Julio de 2017

La Constitución del 91 reformó el concepto de soberanía que desde los comienzos de la Republica había consagrado la organización del Estado. La Carta de 1821, en su artículo 2° dispuso: “La soberanía reside esencialmente en la Nación”. Para corroborar ese criterio político, el artículo 10° decretó. “El pueblo no ejercerá por sí mismo otras atribuciones de la soberanía que la de las elecciones primarias…” Solamente, a partir de la reforma de la papeleta de “bon bon bun” se estableció, en el artículo 3°, que “la soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público”.

Los medios a través de los cuales, supuestamente, el pueblo ejerce el poder soberano son los mecanismos de participación, entre los cuales se destacan: el voto, el plebiscito, el referendo y la revocatoria del mandato.

Ninguno de estos dispositivos, en la práctica, durante el cuarto de siglo que se hallan vigentes, ha permitido decisiones del populacho, pues la clase dirigente, en todos los casos, ha interferido la expresión de la voluntad política del “soberano”,  en complicidad con las autoridades “legítimamente constituidas”

Una de las más recientes obstrucciones a esa manifestación fue la manipulación del resultado del plebiscito por la paz; también se suma a esta dictadura de clase el boicot al referendo propuesto por la senadora Viviane Morales. Igual se advierte en la estrategia que se ha inventado para sabotear el intento de revocar el mandato a varios alcaldes del país que han puesto en duda su rectitud y respeto al programa ofrecido durante la campaña electoral. Para terminar, ahora se intenta prohibir el voto individual o preferente para las corporaciones públicas y volver a las listas cerradas, modalidad que dio origen al gobierno del “bolígrafo”.

El sistema imperó durante la historia de la “democracia”, a tal punto que los ciudadanos se veían obligados a votar por personajes que no eran de su agrado, pero que tenían que admitirlo si querían elegir a su candidato, al de su preferencia, que no siempre salía electo, pues el turno que se le asignaba en lista era tan lejano que sus votos a favor sólo servían para los  incluidos en los primeros renglones. Una manera de burlar el voto pleno del ciudadano.

¿Por qué, ahora, aparece esa iniciativa de regreso al pasado? Seguramente porque el liderazgo del ex presidente, en su candidatura al Senado en el pasado debate, permitió que aparecieran en el Senado y en la Cámara personajes improvisados en el campo político y que gracias al apoyo del Chalán del Ubérrimo, resultaran incluidos en la lista cerrada y favorecidos, milagrosamente, por el voto colectivo a favor de Uribe.

Esa modalidad del sufragio, en un sistema en el que la democracia, en la organización   de los partidos no existe y los méritos que dan lugar a que se incluya al militante en la lista, suele ser económicos y no más, es una muestra de que la Constitución política es una farsa.