En todo momento podemos elegir si seguimos atrapados en el juego de la emocionalidad básica o si elevamos nuestra vibración y conectamos con lo esencial.
Tramitar asertivamente las emociones se trata de reconocerlas, vivenciarlas y soltarlas. Cuando integramos este bucle virtuoso en nuestras vidas, la existencia se aliviana, pase lo que pase. Reconocer la emoción es poder nombrarla: aquello que no podemos poner en palabras es como si no existiera o como si se tratase de una nebulosa, que con su falta de forma se hace difícil de definir, aparece confusa y dificulta la visión. A veces es muy fácil ponerle nombre a eso que sentimos: tengo rabia, me siento con miedo, estoy feliz... En otras ocasiones puede ser difícil encontrar esos nombres para lo que estamos experimentando. ¿Rabia o asco? ¿Felicidad o sorpresa? ¿Tristeza o miedo?
Cómo la existencia no es lineal sino compleja, experimentamos diferentes emociones en un mismo momento. Ellas van acompañadas de pensamientos y de sensaciones físicas, que nos pueden ayudar a nombrar eso que nos está pasando. Como cada persona es única e irrepetible, las generalizaciones no caben y corresponde a cada quien asociar eso que sucede en el cuerpo y aquello que ocupa la mente con una emoción específica. Podemos, por supuesto, compartir algunos rasgos comunes. Cuando yo estoy con miedo, siento un vacío en la boca del estómago y se me baja la temperatura. A otra persona le pueden dar náuseas y dolor de cabeza, otra puede sentirse paralizada en sus extremidades y tener taquicardia... ¿Qué te ocurre a ti, usualmente, con las emociones?
Cuando ya hemos reconocido cada emoción tenemos el derecho de experimentarla. No hay emociones positivas o negativas, aunque nos vendan esa idea por todos los canales de mercadeo posibles. Las emociones sencillamente son. Todas las vivimos, con todas podemos aprender. Por esto, hemos de tener cuidado con mandatos transgeneracionales o sociales que nos impidan vivir cada emoción: "que no te dé miedo, hazlo sin asco, vive feliz..." ¡Claro que podemos tener miedo o asco! ¡Claro que tenemos derecho a estar con tristeza!
¿Te das permiso de experimentar todas las emociones? ¿Hay algunas "prohibidas", que incluso así vives? ¿Sientes que traicionas a mamá o papá por experimentar aquello que "no debes"? Te invito a reconocer todo lo que sientes: nada es casual y siempre hay un sentido que puede generarte un mejor vivir. Una vez que reconocemos y dejamos a las emociones ser y estar –que nos habiten por un rato– podemos soltarlas.
¡No somos las emociones! Somos mucho más que ellas; y que los pensamientos, las sensaciones físicas, lo que hacemos y lo que tenemos. Todo ello es pasajero… ¿Qué será, entonces, lo esencial?
enyoi.com.co