¡Felicitaciones Colombia! El comportamiento del pueblo colombiano no pudo ser más emocionante y correcto. Acogió con dignidad y esperanza la visita del Papa Francisco. Colombia quedó en alto ante el mundo y ante su propio pueblo. Creo que hoy cada uno de nosotros, sin excepción, creyente o agnóstico, católico o perteneciente a otras religiones, puede sentir que a pesar de todo, a pesar de la desbordante corrupción, el desgobierno, el pesimismo y una profunda y dolorosa división, los colombianos si podemos unirnos y portarnos bien, como hermanos que somos, ante algo que nos convoca.
Fue admirable la organización de la visita del Papa Francisco, la preparación, hasta en el más mínimo detalle, de las autoridades civiles y eclesiásticas que intervinieron, del equipo del Vaticano y de los diferentes equipos coordinadores en las ciudades visitadas por el Pontífice. Cada evento, minuto a minute, salió perfecto.
Felicitaciones a los miles de voluntarios, a la Defensa Civil, la Cruz Roja, por la detallada preparación de sus gentes, determinante para la tranquilidad de la ciudadanía. La policía y el ejército, también se lucieron. Gracias a los policías y soldados, que en todas las localidades mantuvieron el orden de millones, y como todos vimos, la palabra millones no es una exageración. Ellos, eficientemente fueron capaces de contener las olas humanas que por momentos parecían engolfar el papamóvil y, en ocasiones, al mismo Francisco.
Fue de destacar la paciencia y cordialidad del equipo de seguridad del Vaticano. Nunca se sobrepasaron, con el mayor cuidado apartaban a los niños y adultos que emocionados no querían despegarse del Papa y lo abrazaban, completamente invadidos de emoción.
La visita del Papa Francisco mostró una cara amable, comprometida y capaz de ser organizada de los colombianos.
Pero, ante todo, inclino la cabeza ante el Papa Francisco. Vino como pastor y no como político. No se apartó de un discurso bellamente pastoral. Cada una de sus de sus palabras, de sus gestos fueron mesurados, amorosos hacia un pueblo profundamente herido. Fue un bálsamo de sensatez, habló con la verdad. Abrazó a los más frágiles, los más heridos, los más pobres, los más necesitados. Para ellos fue esta visita.
Su su llamado a los jóvenes a no perder la alegría y a no dejarse engañar, fue poderoso para una juventud rodeada como nunca de peligros. Su voz hacia los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas marcó un claro y valioso camino. Su comprensión y tristeza ante las víctimas fue conmovedora. Su llamado a “cuidar la casa” valiosísimo. Su voz hacia las mujeres, reconfortante.
No fue una visita para los dueños del poder, la riqueza, la violencia. Pero sus palabras los cobijan también, porque nadie debe dejar de entender su mensaje o no sentirse cobijado por el. A nadie hirió, pero fue claro en sus advertencias: “sin equidad y justicia no habrá paz”.
Admirable su resistencia. ¿Cómo puede un hombre de 81 años aguantar jornadas tan demandantes? Un milagro, un verdadero milagro. A todo el que se le acercaba lo atendía con cariño, como a una persona única. ¡Cuánta bondad!
Felicitemos cada uno de nosotros. El mundo ha visto una bella Colombia. La que nosotros en nuestros mejores momentos conocemos. La que amamos. Así somos, un pueblo alegre y respetuoso, un pueblo que puede vivir en paz si hay equidad, verdad y justicia. ¡Gracias Francisco!