El lastre futbolístico
Hace algunos años yo defendía la tesis de que el fútbol era un deporte que traía más aspectos negativos que positivos a la sociedad colombiana. Hoy día me ratifico y vuelvo a decir que el fútbol es la oveja negra de los deportes en Colombia, el agujero negro por el que la inversión en el deporte se desperdicia sin pudor ni beneficio alguno.
Corriendo el riesgo de caer en el cliché, no puedo evitar pensar en las historias de los deportistas olímpicos que se crean de la nada, con entrenadores que no cobran y que, aun así, orgullosos van al evento deportivo más importante a luchar por un país que les da la espalda de forma sistemática y que sólo se acuerda de ellos cada cuatro años.
Los atletas olímpicos colombianos viven una existencia modesta, dedicada a su pasión, son la humildad y la esencia del espíritu deportivo. La disciplina llevada a un nivel de compromiso como el que pocas personas logran alcanzar en su vida.
Por el otro lado los futbolistas se caracterizan no por sus goles, sino por sus accidentes producidos por el alcohol, por sus relaciones peligrosas con la mafia y por su incapacidad para poner la disciplina por encima de la fama.
Fama que, bien sea dicho, se sustenta sobre los pilares de la estupidez de los hinchas, los comentaristas y la mayor parte de una sociedad que lleva a la gloria a aquellos que no han logrado mucho para nuestro país.
Si se observa con detenimiento, la industria del fútbol en Colombia se consume la mayor parte del patrocinio de la empresa privada. Alrededor de ella se enquistan los comentaristas deportivos más insensatos, inquinosos y con complejo de sabios, personas que opinan sobre todo con una autoridad auto-asignada y que en la realidad son incapaces de producir conocimiento útil sobre ningún tema.
El apoyo del Estado al deporte no se debería limitar a la gran labor de Coldeportes, sería bueno que el Estado pusiera límites a los presupuestos que la empresa privada hace al deporte para así garantizar que el dinero cubra diferentes disciplinas.
Sospecho que si estudiáramos cuanto dinero se ha invertido en fútbol vs. los logros internacionales, la cifra no sólo sería astronómica, también desmoralizante. Más allá de los jugadores que triunfan en el exterior, el fútbol nacional, como deporte, nos hace brillar por la mediocridad de nuestros logros.
Me atrevo a creer que, irónicamente, si dejáramos de invertir dinero en fútbol, ese deporte se purgaría y se convertiría en una disciplina real, no en un trampolín a la fortuna sin esfuerzos ni logros deportivos.
El fútbol colombiano es El Dorado contemporáneo: un ideal que consume nuestra energía, nuestro esfuerzo, nuestros recursos y nuestras ilusiones en busca de una gloria que no está en los intereses de sus protagonistas.
@barrerajavier