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Un mes después de que se traspasara el poder en Washington, conviene reflexionar sobre el empalme y recordar con nitidez que cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta.
Que es, exactamente, lo que sucedió con el presidente de los EE.UU., Joe Biden, a lo largo de su mandato.
Ausente del gobierno por razones biológicas, o porque pasaba el 40 por ciento del tiempo en vacaciones, su séquito consideraba que tenía luz verde para emprender todo tipo de sandeces.
El mismo Biden ha reflexionado hace poco al respecto y entre ‘mea culpa’ y sarcasmo ha sostenido que, dado el estrepitoso desastre electoral de Kamala Harris, no debió haberse retirado de la campaña pues, si hubiese persistido, habría derrotado a Donald Trump.
En lo primero, es decir, en lo del ‘mea culpa’, tiene toda la razón pues, por ejemplo, quien esta columna escribe, adujo desde el 5 de agosto en un análisis para ‘Foreign Affairs Latinoamérica’, que Kamala garantizaba, plenamente, la derrota del partido Demócrata.
En cambio, en lo segundo, o sea, en lo del sarcasmo al sostener que él habría derrotado a Trump, no cabe duda de que si, en el fondo, lo que quería hacer era un buen chiste, lo consiguió con creces.
En cualquier caso, ausente del gobierno como estaba, Biden no lograba imaginarse a lo que sus subalternos dedicaban el tiempo malgastando el dinero de los contribuyentes.
Y aunque esto es algo habitual en todos los casos de lo que llamaremos “ausentismo voluntario” del Jefe del Estado, lo cierto es que el despilfarro y las aberraciones burocráticas durante su periodo bien pueden considerarse como proverbiales en la antología política de la memez y la estulticia.
De hecho, muchas de tales fruslerías han quedado en evidencia en el informe sobre el manejo del presupuesto presentado por el senador republicano Rand Paul y publicado por el U.S. Senate Committee on Homeland Security & Governmental Affairs.
En su reporte, Paul examina cuidadosamente los experimentos de miles de dólares sobre la adicción a la cocaína de las ratas sometidas a vivir en soledad; la respuesta de los gatos al mareo; la transmisión del covid en los felinos; la importancia de la magia y, así sucesivamente, todo tipo de ocurrencias, unas vergonzosamente inútiles y otras imperdonablemente crueles por el sufrimiento infligido a los animales.
¡Y todo aquello sin necesidad de hacer referencia a la Usaid!
Como sea, todas esas andanzas están siendo tomadas como referencias principales por el nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), el mismo que está a cargo de Elon Musk, para tratar de acabar de una vez por todas con la fiesta de los ratones cuando el gato se halla ausente.
Así que si se define la kakistocracia (‘kakistos’: los peores) como el Gobierno de los ineptos, perversos y funestos, ¿en cuántos países más, en este instante, el control integral del aparato burocrático lo están ejerciendo los ratones?