Pasó la Copa América y a la Selección solo queda decirle gracias. Gracias por juntarnos, por ilusionarnos y por emocionarnos. En este país de tantas desgracias, divisiones y desilusiones, vivir lo que vivimos junto a ustedes fue como recibir una caricia en el espíritu. Por una vez, estuvimos todos de acuerdo y perseguimos el mismo propósito; y además fuimos felices en el camino. Gracias.
El invicto sólo se rompió con un gol que le entregó la copa a Argentina. Así es el fútbol, así es la vida; lo que queda claro, es que lo que hizo la Selección estuvo bien hecho. Los jugadores nunca se rindieron y en su empeño dejaron escrita una historia llena de cosas buenas y bonitas.
Nos queda la magia de Néstor Lorenzo, el técnico que confió en los jugadores y, más importante aún, logró que ellos confiaran en lo que podían hacer; el resurgir de James Rodríguez, que fue capaz de recoger sus pedazos, pegarlos y volver a armar una mejor versión de sí mismo; y nos queda la grandeza que desprende a su paso la sencillez de Lucho Díaz. Nos queda el empeño de estos hombres que superaron miles de obstáculos en sus propias vidas y persiguieron su sueño hasta ponernos a soñar a los demás.
Esta Selección, conformada por jugadores de distintas regiones, etnias y culturas, representa muchas cosas de las que podemos sentirnos orgullosos. La diversidad puesta al servicio de una causa común, llamada Colombia, es algo que deberíamos replicar. Que juntos y distintos somos únicos y fuertes, es un mensaje que nos queda y que debería calarnos bien hondo. Nos queda también el premio al juego limpio y una bella lección de honor y dignidad para 16 millones de niñas y niños colombianos que siguieron con pasión este episodio. Ojalá, cuando tengan que decidir su propio camino recuerden a estos jugadores y opten siempre por respetar las reglas y hacer las cosas bien.
La grandeza de esta Selección no se corresponde con la bajeza de quienes vendieron entradas falsificadas para la final, o quienes se saltaron los controles en el estadio, ejercieron violencia y destruyeron la infraestructura; o quienes robaron y maltrataron a otras personas. El orgullo por la selección es tan grande como la vergüenza que despiertan estos actos.
Lo que ocurrió en el Hard Rock Stadium de Miami es un triste reflejo de nuestra realidad. Un grupo de colombianos, a punta de esfuerzo, logra algo excepcionalmente bueno; millones de personas los celebran y los acompañan; y unos cuantos criminales, interesados solo en su propio beneficio, en vez de apoyar, dañan todo y acaban con la esperanza de los demás.
Por fortuna nos quedan muchas cosas. Quedan la Selección, los 90 clasificados a los Juegos Olímpicos y los nadadores que lograron el cuarto lugar en el Mundial de Aletas, por nombrar algunos ejemplos. Menos mal a muchísimos en Colombia nos queda el honor y la dignidad de hacer las cosas bien. La Selección volverá a intentarlo, nosotros volveremos a apoyarla. @tatianaduplat