Los (otros) imprescindibles | El Nuevo Siglo
Domingo, 26 de Abril de 2020

La Covid-19 ha puesto en evidencia muchas cosas -unas buenas-, como la solidaridad espontánea y veloz de muchos ciudadanos, organizaciones filantrópicas, y empresas que han sumado los suyos al gran esfuerzo colectivo que se requiere para sortear la crisis; y otras no tanto, como el oportunismo de ciertos líderes políticos, la atrevida e irresponsable ignorancia de algunos de ellos, las fallas institucionales en la gobernanza interna de los Estados y también a escala global.

Pero, sobre todo, ha dado relieve al imprescindible papel que juegan, particularmente, algunos trabajadores y profesionales, cuyo servicio y disponibilidad se dan normalmente por sentados. Tanto, que a veces ni siquiera se repara en su importancia para el funcionamiento cotidiano de la vida social.  Ahí están los mensajeros y repartidores, los conductores de servicio público, los dependientes de tiendas y supermercados.  Y por supuesto: el personal encargado de los servicios sanitarios -médicos, enfermeros y paramédicos, entre otros-, y los científicos.

Habría que incluir en esa categoría a los miembros de las Fuerzas Militares.  Si esto es una guerra -y no son pocas las razones que justifican emplear esta metáfora, a pesar de la resistencia que suscita en algunos-, no se puede ganar sin soldados.

Se olvida, con demasiada e injusta frecuencia, que las Fuerzas Militares son mucho más que aparatos bélicos y dispositivos armados. Que, más allá de la defensa de la soberanía, la independencia, la integridad territorial y el orden constitucional -el inventario que en un lenguaje aún decimonónico figura en la Constitución colombiana de 1991-, cumplen un papel fundamental en la prestación de apoyo a las autoridades civiles para el cumplimiento de los fines esenciales del Estado, especialmente en situaciones de crisis como la que plantea, precisamente una pandemia de las proporciones e implicaciones de la Covid-19.

Tiene toda lógica que así sea. Las Fuerzas Militares disponen de recursos y capacidades de las que carece cualquier otra agencia o entidad, ya sea pública o privada, para afrontar este tipo de coyunturas. Su talento humano capacitado para intervenir y adaptarse a escenarios complejos; su conocimiento del territorio; su excepcional capacidad de planificación, coordinación, movilización, despliegue y transporte; su competencia para la instalación rápida de infraestructura; su preparación para la reacción inmediata; su propia estructura organizacional y el agregado tecnológico, productivo y de servicios que la acompaña; y su experiencia operativa acumulada; todo ello es tan incomparable como insustituible.

 

Así se ha demostrado en numerosas emergencias.  En Colombia, las Fuerzas Militares son un componente clave del Sistema de Gestión del Riesgo de Desastres: el Batallón de Atención y Prevención de Desastres No. 80 del Ejército Nacional ha prestado valiosos servicios en varias oportunidades, y en 2017, por ejemplo, la Fuerza Aérea Colombiana asumió la evacuación de casi medio millar de víctimas de las inundaciones provocadas en el norte de Perú por cuenta del fenómeno del “Niño Costero”.

En el plano internacional, la importancia del despliegue militar para apoyar a las autoridades civiles en la atención de emergencias humanitarias es un hecho notorio.  Numerosas naciones lo han practicado y se han beneficiado de ello.  Así ocurrió, precisamente, durante el brote de ébola en África Occidental en 2014, con la operación “United Assistance”, ejecutada por la 101ª División Aerotransportada del Ejército de los Estados Unidos.

Quienes de tanto en tanto reclaman, incluso en medio de graves crisis y desastres, la reducción del gasto militar (es decir, del gasto en seguridad y defensa), con el argumento de que esos recursos deberían dirigirse a la atención de los mismos, y a paliar sus efectos, olvidan todo esto -a veces intencionalmente y con segundas y veladas intenciones-. Las Fuerzas Militares son un activo esencial no sólo del Estado, sino del conjunto de la sociedad. No sólo en la guerra, sino también en la paz.  Un activo cuya importancia se deriva del hecho incontestable de que hay tareas que sólo las Fuerzas Militares, por la naturaleza y las virtudes que les son más propias, están en condiciones de ejecutar y cumplir.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales