El Gobierno insiste en que está invirtiendo 11 puntos porcentuales del PIB en la lucha contra la pandemia y en ayudas a los sectores más golpeados por el coronavirus. O sea 11 billones de pesos. Si hemos de creerle, lo menos que se puede solicitar es que explique adecuadamente esa cifra. Y que, si se suman peras con manzanas para llegar a ese monto, se diga con claridad cuáles son peras y cuáles manzanas. Cosa que no se está haciendo.
Veamos. En primer lugar, nadie está publicando dentro del Gobierno una información consolidada sobre las inversiones y gastos de la pandemia. Debería hacerlo en Ministerio de Hacienda, como sucede en la contabilidad fiscal de otros países. Por el contrario: El presidente en el programa televisivo de las 6 pm, y los ministros y viceministros por su lado, anuncian a diario partidas y partiditas sectoriales. Con el loable propósito de apoyar la recuperación económica. Pero nadie está consolidando esos gastos que se notifican jubilosamente. Se informa profusamente sobre los árboles: pero nadie se está tomando el trabajo de medir el tamaño del bosque.
En segundo lugar, se anuncian cifras heterogéneas. Unas veces se trata de partidas presupuestales que se están ejecutando. En otras de meras apropiaciones que aún no se han comprometidas o que tienen financiamiento incierto. Parece que en ocasiones se suman las ayudas de liquidez del Banco de la República con los recursos del presupuesto nacional. A veces se habla de los gastos que se van a realizar en la vigencia presupuestal en curso, en otras las que tendrán lugar en vigencias futuras. No faltan ocasiones en que se revuelven cifras de meras contingencias (como cuendo se habla del potencial para otorgar respaldos a las empresas por el Fondo Nacional de Garantías gracias a las capitalizaciones que a este fondo se le han hecho) con las garantías efectivamente otorgadas. Y, en fin, se informa indistintamente de lo que se está gastando en la pandemia en términos de caja con lo que son meras expectativas de gasto que se pueden dar o no en el futuro. Un revoltillo total, en síntesis.
Hace poco se informó en la discusión del presupuesto del año entrante (cuyo debate debe concluirse antes del 20 de octubre), que además de las privatizaciones previstas para la vigencia del 2021 (bastante improbables por cierto de 12,5 billones) subsiste un déficit de financiación de las apropiaciones de $30 billones según cálculos de la Contraloría. ¿Cómo se va a atender ese déficit? Aunque durante las discusiones del presupuesto se han hecho algunos recortes a ciertas partidas del gasto (en especial el rubro del servicio de la deuda), el déficit sigue siendo muy grande. ¿Qué hacer? Probablemente habrá que recurrir a más endeudamiento, pues por el momento se ha descartado una reforma tributaria. O a congelaciones de los gastos previstas para la recuperación de la economía a lo largo del año entrante.
Y, nótese: un déficit de $30 billones es más del doble del valor que esgrimió el Gobierno en el 2019 para justificar su primera reforma tributaria, que luego se transformó en la ley de financiamiento empresarial. En las partidas de inversión del presupuesto del año entrante es donde deben aparecer buena parte de los gastos que el Gobierno se dispone a ejecutar para recuperar la economía. Sin embargo, una buena porción de esas autorizaciones de gasto está desfinanciada, o sea: tienen una ejecución incierta dentro del presupuesto.
Cifras van y cifras vienen frenéticamente. Uno no sabe realmente a qué atenerse. En el discurso del presidente de 20 de julio sobre los “cuatro compromisos por Colombia” se habló de que las inversiones para la recuperación económica serían de $100 billones. Ahora el viceministro Zarate sale a decirle a la revista Dinero que serán de $ 170 billones. ¿Al fin qué?
En conclusión: hace falta claridad y orden en las cifras fiscales del país. Se anuncian al menudeo muchos gastos. Pero a la hora de la verdad la información resulta fragmentada e incompleta. A veces parecería que está dirigida más a la galería que a otra cosa. Frecuentemente se suman peras con manzanas. Y, en todo caso, no se está informando bien sobre la panorámica general del gasto contra cíclico. Atiborrar con cifras dispersas todos los días a la opinión pública no es sinónimo de buena información.