De la mano del periodista Peter Seewald, en su libro basado en conversaciones con el Papa Emérito Benedicto XVI, hemos destacado ya importantes detalles de su vida, sus pasos hacia el Sacerdocio, después su infancia y juventud con bastantes altibajos en los años de la II Guerra Mundial. Paso siguiente su viaje a Frisinga, en 1946, a reiniciar sus estudios eclesiásticos, su formación y estudio ciencias filosóficas y teológicas (pág. 99-100). Comenzó, allí, a disfrutar de “una iglesia de sobrecogedora belleza”, gustando de Liturgia y del ambiente espiritual (pág. 101). Así transcurren los años de preparación al Sacerdocio hasta llegar a él (29-06-51), tras madura reflexión y subsiguiente cultivo espiritual (pág. 101-102).
En el diálogo, analiza, a distancia de los hechos y actitud de la Iglesia frente al régimen nazi, con su percepción de que nunca fue colaboradora de él, y que fue, más bien, “la única fuerza social que lo había aguantado” (pág. 105). Pasando a tema de primera importancia como es su iniciación como profesor está su ubicación como tal en el Seminario. Comenta cómo entró, allí a familiarizarse con la “filosofía moderna”. Habla de su deseo de entender en modo nuevo los pensadores de la Edad Media, haciendo eco al “personalismo” que estaba en el ambiente como estilo de asumir las interpretaciones (pág. 107-108).
Entran a hablar del momento en el que reflexiona en los postulados del Padre Henri Lubac, como guía para pasar de una fe individualista y constreñida, a la amplitud de una fe pensada y vivida, de forma esencialmente social. Afirma que fue un ensanchamiento pero totalmente conciliable con la piedad de niño alegría de acogerla en manera nueva, más desarrollada”, y sin con discontinuidad (pag. 108-109). Es el inicio de cuanto, más tarde, señalaría como algo que debe suceder, con nuevas cabezas, con nueva intensidad en la fe, pues ve necesario que, sin discontinuidad, la “Teología se halle incesantemente, en camino” (pág. 285).
Al recapacitar sobre esa iniciación en la cátedra en su Seminario, aparecen en el dialogo las verdaderas raíces del pensamiento y actitudes del futuro Papa Ratzinger, que no son las de una encaprichado tradicionalista sino de uno que avanza, y quiere avanzar, pero con la prudencia de quien, prudentemente, no se suelta de las verdades básicas. Es allí en donde habla de su acercamiento al pensamiento de S. Agustín “quien fue mi ayuda y guía”, y hace que encuentre “interesante” el pensamiento de Heidegger. Era el momento en que pensaba: “somos jóvenes y disfrutamos de un nuevo acceso a la realidad…podíamos construir de nuevo el mundo” (pág. 111). Más adelante, en la Escuela de Munich, se acercó más a la Biblia, y, allí, la raíz de su devoción a María Santísima que lo marca, pero siempre con “raíz cristología” (pág. 116).
Habla, el Papa Emérito, de su labor como Presbítero se desempeña como Coadjutor, y es cuando se relaciona con el gran pensador Sacerdote Romano Guardini, a quien califica de “sano, reservado, sencillo afable” (págs. 118-119). Obtiene su doctorado en Teología en 1953, deseaba ser catedrático pero, también Cura de Parroquia (pág. 119). Destaca su cercanía profunda con el servicio sacerdotal, que asumió, desde el principio, “no como dueño de la fe, sino como servidor, con gozo de ella”. Advierte que siempre celebraba la Eucaristía, no por rutina sino gozando de la presencia del Señor que penetra el alma (págs. 120-121). (Continuará)
*Obispo Emérito de Garzón
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