Avanzando en la tarea de destacar puntos salientes de las “Últimas Conversaciones” del Emérito Benedicto XVI con el periodista Peter Seewald, llegamos al 19-04-05, cuando es elegido para la cátedra de S. Pedro a la muerte de su Predecesor, debió hacer intervenciones públicas, como Decano del Colegio Cardenalicio, en las que emerge diciendo cuanto debía decirse en esas circunstancias, en las que, no obstante los grandes esfuerzos del Papa anterior se debían afrontar, en especial la “dictadura del relativismo”, que trataba de imponerse en el mundo. La Iglesia debía anunciar denodadamente la verdad de la fe, y en ese tono habló.
Manifiesta, Benedicto XVI que el comentario de su posibilidad de ser elegido Papa no lo tomaba en serio, “pensaba que a su edad ya no era posible, pero que si fuera elegido debía aceptar pues era consciente que no podía decir que no” (pág. 228). Explica que no escogió el nombre de Juan Pablo III, pues se consideraba “muy distinto a su Predecesor”, “estaba cortado por otro patrón” (pág. 229).
Hacen memoria, que en la Eucaristía con la que diera inicio a su pontificado (24-04-05), había presentado como base fundamental de su pensamiento “no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas sino ponerme, junto a toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor”. Reitera que su gran propósito, al asumir el pontificado, fue colocar como centro de toda reflexión a “Dios y la fe”, poniendo en primer plano la Sagrada Escritura. Advierte que siempre pensó que su pontificado no iba a ser un largo, y que no iría a impulsar proyectos a largo plazo como un nuevo Concilio (pág. 236). Ante problemas que heredó de su egregio antecesor, y en cuanto a estilo de afrontarlos en forma distinta el sucesor, tiene, Benedicto, palabras muy respetuosas hacia el uno y el otro. Afirma que Juan Pablo II hizo cuanto estuvo en su manos resolver, y que el Papa Francisco “es un hombre de reforma práctica, y tiene el valor preciso para afrontar asuntos administrativos” (pág. 238).
Ante varias circunstancias afrontadas en su pontificado el Papa Benedicto va dando precisiones. Sobre reformas litúrgicas aprobadas por el Vaticano II anota que han tenido buenos resultados cuando se han asumido en forma sincera en su auténtica esencia, habla de una Liturgia en crecimiento y maduración. Advierte que ritos antiguos han sido, en general, reemplazados por unos nuevos sin que aquellos hayan sido prohibidos, por lo que pueden ser utilizados sin mutuas recriminaciones. (pág. 248). Habla del gusto con que acompañó las Jornadas de la Juventud en Colonia, Sidney y Madrid (pág. 242). Explicó su intento, simplemente histórico, al mencionar en Conferencia de Ratisbona, en ambiente de diálogo cristianismo-Islam, la violencia del Islam, 500 años atrás, por el Emperador Manuel II Paleólogo, alusión que despertó fuerte rechazo, por la sensibilidad islamita, en vísperas de viaje a una nación donde predomina esa fe. Logró dar las debidas explicaciones, y ser bien acogido en la visita proyectada (págs. 242-243).
Al referirse a espinoso tema de abuso de menores de parte de clérigos, expresa, enfáticamente, cómo desde su cargo de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe fue solícito en intervenir y sancionar desde que le llegaran noticia de estos lamentables casos, y cómo solicitó al Papa Juan Pablo II cambio de la misma legislación canónica para tener base para fuertes sanciones. En su pontificado su consigna fue: “cero tolerancia”, (págs.246-247-273). Comentó, aspectos positivos de su labor en impulso a la “Nueva Evangelización”, (pág. 247). Mencionó pasos en cuanto “ecumenismo” en especial con la Ortodoxia en Rusia, y su relación fraterna con el Patriarca Bartolomé I, “de vastísima cultura” y “hombre de Dios” (pág. 252) (Continuará)
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*Obispo Emérito de Garzón