El retroceso educativo | El Nuevo Siglo
Martes, 18 de Junio de 2024

Rajados en pensamiento creativo

El verdadero norte de la reforma

 

Uno de los debates más intensos en estos momentos en Colombia es el relacionado con la calidad de la educación. Y no solo por las accidentadas discusiones en el Congreso alrededor del proyecto de ley estatutaria sobre la materia, que precisamente hoy debe ser tramitado a contrarreloj en la plenaria del Senado, sino porque desde la academia, el sector privado y otras instancias hay múltiples alertas en torno al coletazo de la pandemia en el sistema de enseñanza, el bajo rendimiento de los alumnos en las pruebas estandarizadas internacionales, los crecientes índices de deserción en las aulas, los problemas para la evaluación y cualificación del recurso docente, las polémicas alrededor de los alivios para los deudores del Icetex y la evolución de los niveles de acceso a las distintas categorías de instrucción primaria, secundaria y superior, tanto de la esfera pública como la privada.

A lo anterior, deben sumarse las controversias sobre la afectación por parte del Ejecutivo de la autonomía universitaria, el impacto de la masificación de las herramientas de Inteligencia Artificial en el proceso pedagógico, así como los cortocircuitos entre lo que demanda el mercado laboral y la oferta de profesionales, tecnólogos y técnicos, entre muchos otros aspectos.

Todo este debate toma mayor relevancia cada vez que se conocen los resultados de los exámenes que se realizan a los estudiantes colombianos en la principal de esas pruebas estandarizadas: el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), que lleva a cabo la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), una instancia multinacional que reúne a casi cuarenta países que buscan aplicar las mejores prácticas de gobierno. Colombia, como se sabe, pertenece a este bloque.

Las pruebas PISA se aplican cada tres años a estudiantes de 15 en adelante con el objetivo de medir sus conocimientos y habilidades en lectura, matemáticas y ciencias. En diciembre pasado se revelaron los resultados de las realizadas en 2022, quedando en evidencia un retroceso en esas tres áreas de los alumnos colombianos, con respecto al rendimiento logrado en 2018. Hubo un fuerte debate al respecto e incluso desde el Ministerio del ramo se indicó que, precisamente, la reforma que se tramitaba en el Congreso buscaba revertir estas deficiencias, algo que, a la luz de las discusiones sobre los puntos fuertes y débiles de la iniciativa, no está claro.

La situación se complica aún más con lo revelado ayer en torno a las pruebas que se realizaron en 2022 sobre un nuevo tópico: el pensamiento creativo que, según la definición de la OCDE, busca medir la competencia de cada estudiante “para involucrarse productivamente en la generación, evaluación y mejoramiento de ideas que puedan dar lugar a soluciones originales y efectivas, avances en el conocimiento y expresiones relevantes de la imaginación”. En otras palabras, el objetivo es evaluar la capacidad de cada alumno para analizar problemáticas, plantear alternativas eficaces y audaces para superarlas y generar de ese modo valor agregado, innovador y proactivo. Estas son tres características claves en medio del auge tecnológico, los desafíos socioeconómicos, así como la cosmovisión y competitividad de las nuevas generaciones.

Entre los 81 países en donde se llevó a cabo este examen, los estudiantes colombianos terminaron ocupando el puesto 28, con un total de 26 puntos. Si se analiza solo lo relativo a las 38 naciones que integran la OCDE, el asunto es más preocupante, ya que terminaron teniendo el peor rendimiento en el bloque, cuyo promedio fue de 33 puntos. Obviamente, se quedó muy lejos del primero en el ranquin, Singapur (41 puntos). En lo que hace a Latinoamérica, nuestro país es quinto, superado por Chile, México, Uruguay y Costa Rica, en tanto que solo le gana a Perú, Brasil, Panamá y El Salvador.

Al decir de los expertos en educación, resulta evidente que, si bien Colombia ha logrado avanzar de forma sustancial en los índices de cobertura educativa, sobre todo en las áreas primaria y secundaria, continúan evidenciándose graves y crecientes brechas entre la enseñanza en áreas urbanas y rurales, así como entre las instituciones públicas y privadas. También falta mucho camino por recorrer en cuanto a la alfabetización digital, los índices de actualización profesoral y otros aspectos relacionados con infraestructura, herramientas extracurriculares, desarrollo psicosocial del estudiantado e incentivo a la capacidad creativa, lectura crítica y producción de conocimiento con valor agregado.

Como se ve, estas son las discusiones de fondo que se deben dar en el país sobre la educación. Asuntos vitales y complejos que van más allá de los desaforados afanes sindicales de Fecode o la anacrónica y disfuncional intención gubernamental de estatizar este servicio y anular la iniciativa privada. Ojalá se escuche este campanazo por el bien de las presentes y futuras generaciones.