La Argentina de hoy, es un país muy distinto al que recibió el presidente de derecha Javier Milei hace un año. En doce meses hay cifras que ni el más optimista había pronosticado el 10 de diciembre del año pasado, cuando la izquierda entregó el poder a este outsider de la política gaucha, economista neoliberal, partidario a ultranza de las reglas del libre mercado y con un estilo muy pragmático para tomar decisiones.
Ni los mayores críticos de Milei pueden desconocer su gestión eficiente en materia de estabilidad fiscal y monetaria, control de inflación, reducción burocrática del Estado, disminución del perfil asistencialista presupuestal, mejora de notas en las firmas calificadoras de riesgo, reposicionamiento crediticio (el FMI está dispuesto a renovar el esquema de financiamiento), así como un nuevo clima de negocios e inversión, con menor carga impositiva. Todo ello junto a la recuperación gradual de índices de seguridad en ciudades y provincias muy complicadas.
Obviamente, ese apretón ha tenido coletazos socioeconómicos. La pobreza ha aumentado, así como el desempleo, en tanto que los sectores poblacionales que recibían costosos subsidios han resentido este duro golpe en sus bolsillos. Paradójicamente, el propio Milei había advertido de este “shock” desde su campaña electoral.
Aun así, es claro que Argentina está recuperando su vocación de futuro. Abandonó ya ese permanente estado de hiperinflación (tan solo superado por la crítica Venezuela) y hay un Gobierno que tiene una política propicia para la atracción de inversión, apoyo al empresariado y defensa de los intereses políticos y comerciales prioritarios, tal cual quedó demostrado en el pulso alrededor de la firma del complicado acuerdo comercial con Mercosur, en donde es claro que el sector agro es protagonista de primera línea.
En el campo internacional el presidente argentino se ha vuelto, sin duda, un referente del discurso y las ideas de la centroderecha y la derecha globales. Más allá de su particular forma de expresarse o de los calificativos que utiliza contra la izquierda y el llamado “progresismo”, Milei enarbola un estilo de gobierno y políticas que también, con sus particularidades en cada nación, viene avanzando en distintas zonas del mundo.
Ahora, el mandatario argentino también ha acumulado algunas derrotas políticas, sobre todo en un Congreso adverso. También se le ha criticado su postura confrontacional con la prensa, sindicatos y protesta social. Es una situación connatural a la política doméstica. Aun así, en el primer año de su Gobierno tiene un porcentaje de aprobación muy potable pese al apretón aplicado. Un año atrás, ni tirios o troyanos previeron un escenario así.