Covid-19 y ética individual | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Marzo de 2020
  • Desafío mayor a la conciencia ciudadana
  • Corresponsabilidad vital en la aldea global

 

Para un país que en las últimas décadas ha sufrido el embate de casi todas las manifestaciones de violencia, y que ha visto sufrir año tras año a millones de personas por cuenta de la barbarie y la sevicia de los actores delincuenciales de toda laya, la actual emergencia sanitaria por la expansión del covid-19 es, sin duda, el mayor desafío a la supervivencia nacional en la centuria. Pero esta vez la clave para mitigar el efecto de la grave amenaza no recae en los máximos dirigentes del país ni en aquellos que, desde las armas o la criminalidad, han tratado de arrodillar la institucionalidad y ponerse por encima de la ley.

Si bien es cierto que corresponde al Gobierno nacional, en cabeza del Presidente de la República, delinear y aplicar el plan de choque para hacer frente a esta emergencia sanitaria que tiene en estado de alerta y confinada en sus casas a buena parte de la humanidad, el éxito o fracaso de la estrategia para enfrentar la pandemia, y que esta cobre el menor número posible de víctimas mortales, radica en cada persona, en la forma en que cada individuo se haga responsable de aplicar las medidas higiénicas y de aislamiento social para evitar así que la curva de contagios se salga de control y ponga al sistema de salud contra la pared, como ha ocurrido en muchos países.

Hay que ser realistas: por más eficiente que sea un Estado, por más amplia que sea la cobertura de su aparato institucional sanitario, por más numeroso que sea el pie de fuerza policial y militar e incluso por más autoritaria o democrática que sea la aplicación del principio de autoridad, no hay gobierno en el planeta que sea capaz de frenar los contagios de esta enfermedad viral sin tener la colaboración abierta y decidida, pero sobre todo consciente, de su ciudadanía.

Aunque la aparición del virus se registró a finales de diciembre en China, en estos casi tres meses de emergencia sanitaria global ya hay muchas lecciones aprendidas sobre lo que se debe y no hacer para disminuir el impacto del coronavirus. Lecciones que algunos países han sabido aplicar con criterio y celeridad, pero otros han fallado. Sin embargo, en uno y otro caso queda claro que buena parte del éxito o el fracaso ha radicado en la capacidad de todos y cada uno de los integrantes de su respectiva sociedad para entender que está en cada uno de ellos la clave principal y prioritaria para disminuir o acrecentar la amenaza que hoy ya tiene más de doscientos cuarenta mil contagios confirmados en todo el globo y alrededor de doce mil víctimas fatales.

En medio del análisis de los desafíos que está pandemia le está planteando a la humanidad, algunos de los más prestigiosos pensadores modernos han concluido que el covid-19 es, sin duda, el más grande reto a la ética personal en el último siglo. A diferencia de otros conflictos, tragedias y amenazas mundiales, en donde el elemento fundamental recaía en los liderazgos de unos pocos encargados de tomar las grandes decisiones, frente a la pandemia la actitud que tome cada persona, sin importar su género, raza, origen o el nivel político, económico, social e institucional, es un eslabón determinante para su propia supervivencia, pero también para la de su familia y la de su entorno más cercano. Un ejemplo de ello es lo que ocurrió en Corea del Sur, a todas luces el país que ha sido el más eficiente en la lucha contra este virus, ya que su protocolo sanitario permitió aplicar en pocas semanas un número impresionante de pruebas de detección y aislar a los contagiados, todo lo cual redundó en que hoy tenga la tasa de mortalidad más baja a nivel mundial por este virus. En la nación asiática se dio el caso de la “paciente número 31”, que al desconocer las medidas preventivas más básicas en medio de la epidemia fue el factor determinante para el contagio de más de mil personas en pocos días. Una muestra evidente de cómo el proceder de un solo individuo pone en riesgo, de forma exponencial, a una gran cantidad de población.

Visto todo lo anterior, se entiende por qué los pensadores más importantes de la actualidad concluyen que enfrentar la pandemia exige, primordialmente, que cada hombre, mujer y hasta niño sea consciente de que es responsable de su propia salud, así como la de su familia y todos los que los rodean o con quienes interactúan. Nunca como ahora cobra más vigencia el principio de corresponsabilidad vital en la aldea global.
Desconocer las medidas más básicas de prevención e higiene, o exponerse a los factores de riesgo suficientemente advertidos en estos tres meses, evidencia una deficiencia grave en materia de ética, valores humanos y conciencia social. Se trata de infracciones gravísimas, no solo por los delitos que comportan, sino porque evidencian una actitud casi suicida en las cuestiones más fundamentales del ser social, pues esa falta de conciencia individual frente al cuidado de su propia salud también pone en serio peligro a sus seres queridos y su comunidad. La pregunta, entonces, es una sola: ¿Estamos todos y cada uno de los colombianos conscientes de la gran responsabilidad que nos cabe para frenar la mayor amenaza al país en las últimas décadas?