La reafirmación de la fe | El Nuevo Siglo
Domingo, 29 de Marzo de 2020
  • Profundo mensaje del papa Francisco
  • “Todos estamos en la misma barca”

 

La plegaria que el papa Francisco elevó el viernes pasado llamando a toda la humanidad a tener fe en que se podrá superar la pandemia del Covid-19 conmovió no solo a los millones y millones de católicos en todo el planeta sino también a quienes profesan otras confesiones religiosas. El Pontífice oró ante la imagen del Cristo al que se le atribuye haber salvado a Roma de sucumbir ante la peste en el año 1522. A lo largo de su sentida homilía el titular del Vaticano, que impartió la bendición “Urbi et orbi” a toda la feligresía que hoy ve atemorizada cómo aumentan casi geométricamente los casos de contagio del coronavirus, enfatizó en la necesidad de confiar en que Dios no dejará desamparados a quienes sufren y ruegan su amparo y protección.

Es claro que el Papa pidió no perder la esperanza en momentos en que “… desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas, llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos”.

Es allí, precisamente, en donde radica la importancia del pronunciamiento papal: un llamado a que todos los católicos e incluso quienes tienen otras creencias no dejen que el pánico y la desesperanza imperen en estos momentos de crisis sanitaria sin precedentes. Por el contrario, el Pontífice considera que es momento de la reafirmación de la fe y de movilizarse en los valores más significativos del cristianismo, especialmente los del amor, la solidaridad y la confianza en que la intervención divina será determinante para salir avante en tan difícil prueba.

De allí que la evocación evangélica en la que Francisco recalca que esta pandemia evidencia que todos estamos “en la misma barca”, no puede entenderse de forma distinta a que el coronavirus es una amenaza global, que no distingue clase, origen, credo ni postura política e ideológica. Y, precisamente por ello, es que solo si toda la humanidad rema junta, se protege en su conjunto, entiende que del comportamiento de cada individuo depende la salud y la vida de todos los que lo rodean, podrá ganarle la batalla a este enemigo viral. En otras palabras, todos deben cuidarse mutuamente, porque es la única forma de evitar la hecatombe.

“¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. Al traer a colación esas palabras que Cristo dijo a sus discípulos cuando estos temían el naufragio de la barca en que todos se transportaban, Francisco quiere llamar la atención en torno a que solo la unión, la solidaridad, la conjunción de esfuerzos de todos los que viven en el planeta conllevará a que podamos superar esta pandemia.

Un campanazo que, además, trasluce un llamado de atención en torno a cómo el materialismo, el egoísmo y el individualismo se convierten un lastre para la propia supervivencia humana. “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió́ el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas salvadoras’, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad”, precisó el Pontífice.

Hay, también, un llamado a que no sigamos destruyendo el planeta, la “casa de todos”, la “barca” de todos. “No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”, se dolió el Papa.

Queda claro que Francisco urgió a la humanidad a volver a los valores más primigenios y caros del catolicismo. Aquellos en donde el amor, la solidaridad y la hermandad son determinantes para fortalecer los lazos sociales y salvaguardarse entre todos. Por eso resaltó la valentía y el sacrificio del personal médico, los que atienden tiendas y supermercados, el personal de aseo, los transportadores, las fuerzas de seguridad, los voluntarios y sacerdotes, entre muchos otros, que están en la primera línea de batalla al Covid-19. De ellos destacó que “comprendieron que nadie se salva solo”.

En momentos tan difíciles como los actuales, el llamado del Papa a que nos reafirmemos en la fe, a que tengamos esperanza y a que todos cuiden de todos como principal fórmula para enfrentar la pandemia, resulta no solo un mensaje alentador sino un campanazo a la corresponsabilidad humanitaria.