Es más que clasismo | El Nuevo Siglo
Sábado, 30 de Mayo de 2020

Si por clasismo entendemos una putrefacta forma de comportamiento social en virtud de la cual nos vemos y nos entendemos por encima de los demás en razón de una circunstancia absolutamente aleatoria, como lo es el destino que nos ha aterrizado en una cuna diferente, diríamos, exclusiva; una especie de clase artificial y efímera que otros no quieren o no pueden compartir, tendremos que concluir que sí, que en efecto, nuestra sociedad ha padecido desde la época colonial lo que el profesor Enrique Serrano denomina como “los españoles viejos y los nuevos” y su forma de gerenciar el mundo.

Miserable y antipática forma, ciertamente. Seguramente se podrá construir sobre ella una sociedad, un contrato social, digo mejor, un contrato racional humano que crea un Estado. Pero nunca una comunidad política; una forma bella de comunidad que nos eleve las pasiones, los sentimientos, hasta los temores y las fantasías a lugares en que el ser humano nunca hubiese logrado alcanzar por propia cuenta, alejado. Como decía Aristóteles: los alejados “o son Dioses o son bestias”

Pero muchas veces por clasismo entendemos una forma tan amañada y truhan como la otra. Una forma de comportarse frente a los demás de manera hostil. Una manera de cognición social en la que el acudir a la palabra “clasismo” resulta ser el mejor antídoto para poder enrostrarle al “otro”, al distinto, el odio de lo que nosotros mismos no pudimos ser por falta de esfuerzo, de suerte o de mérito.

Es una especie de caparazón violento y venenoso en el que el mediocre se escuda para ocultar su pequeñez, sobre todo, cuando de lo que se trata es de exigir del Estado, del todo poderoso Estado, lo que por nuestra propia cuenta no pudimos conseguir. Fustigamos el clasismo para que el todo poderoso Estado venga y ponga las cosas en orden; ¡iguale!

Ese es el clasismo de venganza; es el clasismo camuflado del mediocre o del inútil, nunca del idiota. Es filudo y en ocasiones letal porque no distingue, no diferencia y lo homogeniza todo. No reconoce al que por mérito, perseverancia y esfuerzo individual logró salirse de una zona media para resaltar, para convertirse en lo que siempre quiso ser y, de paso, distanciarse de la masa.

Así que sugiero administrar con especial celo, con cuidadoso método y con admirable sigilo la expresión “clasismo” porque en no pocas ocasiones ésta se viste de seda para apuñalar una daga que lo único que alimenta es, paradójicamente, la guerra de clases.

@rpombocajiao

*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI