Jacobo, ¡excelente testigo! | El Nuevo Siglo
Miércoles, 10 de Junio de 2020

El revolcador, Cesar Gaviria Trujillo, el 24 de agosto de 1990, profirió el decreto No 1926, disponiendo: “Mientras subsista turbado el orden público y en Estado de Sitio todo el territorio nacional, la Organización Electoral procederá a adoptar todas las medidas conducentes a contabilizar los votos que se emitan el 9 de diciembre de 1990, para que los ciudadanos tengan la posibilidad de convocar e integrar una Asamblea Constitucional”.

Este fenómeno ocurrido, próximamente,  hace 30 años, legalizado por la Corte Suprema, en  fallo controvertido por la mitad de los magistrados, que apoyó  la integración de ese cuerpo constituyente instalado el 5 de febrero y hasta el 4 de julio del año de 1991; cuerpo político que designó como Secretario General al maestro Jacobo Pérez Escobar, ilustre jurista  del municipio de Aracataca, paisano, entonces, de García Márquez, con quién sostuvo una amable amistad, por su identidad intelectual, incluso como poeta que aún es.

El pasado 4 de junio, el maestro Pérez Escobar completó 95 años al servicio de este planeta, una vida de virtudes de todo género y, principalmente, por su don de gente, calidad que lo destacó como ser humano y, también, responsable colaborador en la construcción de la cultura jurídica y política de su Patria.

Como funcionario  desempeñó distintas categorías, desde asesor del presidente Carlos Lleras Restrepo, en lo atinente a la reforma constitucional del año de 1968, gobernador de su pueblo, magistrado de la Corte y del Consejo de Estado y, trascendentalmente, testigo excepcional del texto de la Constitución aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente en la ceremonia del 4 de julio, suscribiéndose en una hoja en blanco, pues literalmente no existía en ese instante  el contenido del Acto Legislativo que hoy se continua corrigiendo, como se viene haciendo desde la enmienda de 1993, aprobando a Barranquilla como Distrito Especial , en unas sumas desproporcionadas y que continúan en práctica, tal cual la intención de imponer la pena de cadena perpetua.

Resumiendo, por la brevedad que obliga, la gestión del doctor Jacobo consistió en redactar y concretar el contenido de la “revolución” de la Asamblea, una tarea que lo hace titular de un histórico mérito, digno y merecedor de un homenaje que el Congreso y el Gobierno deben decretarle como testimonio de la gratitud que  se merece por haber salvado el trabajo de la Asamblea, pues la hoja en blanco fue él quien la llené fielmente, atendiendo lo decidido en los debates suscitados entre los miembros de esa “arbitraria” revuelta del gobierno de turno.

Compartí con mi maestro la dialéctica mayéutica con la cual elaboramos el texto “Diálogos Constitucionales”, obra de su vocación académica, estímulo para transmitir al pueblo colombiano las lecciones que se deben aprender para ejercer conscientemente la política que asegure la realidad democrática y no el clientelismo y las tinterilladas. Ese fue uno de los motivos de su experiencia vital.