Estela del caso “Santrich”… | El Nuevo Siglo
Jueves, 11 de Julio de 2019
  • La ideología del presidente Duque
  • Un claro gobierno de centro-derecha

 

 

A medida que transcurre el tiempo, ya cerca de cumplir un año de mandato, pocas dudas deja el estilo y la ideología que propicia el presidente Iván Duque desde el gobierno. No es, ciertamente, ningún tipo de ventrílocuo, como presumían algunos para desdibujarlo. Tampoco ha resultado el correveidile del expresidente y senador, Álvaro Uribe Vélez, como se ha demostrado en ciertos desacuerdos. Ni menos es Duque correa de transmisión de presuntos y fantasiosos oráculos, según lo han intentado propalar los opositores para minar su popularidad, cubrir con un velo la plataforma gubernamental y molerlo en las encuestas.

Encarna Duque, más bien, un liderazgo particular, inédito, incluso sobrio o por lo menos ajeno a la irritación política que venía padeciendo nocivamente el país. Así las cosas, no desconoce Duque pertenecer a un partido, sin radicalizarse o desdecirse, ni por otra parte recurre a actos de independencia infantiles como aquellas camorras por la cuenta de twitter para supuestamente demostrar autonomía y carácter. Al contrario, ha tenido el temple para no ensombrecer la majestad presidencial en cosas tan de poca monta como los intemperantes alegatos tan acostumbrados por esa red social. Y que por fortuna van quedando atrás, al menos desde la Presidencia.

En cambio, ha buscado Duque la unidad nacional, sin abandonar sus convicciones, al igual que ha promovido la concertación como resultado práctico del diálogo eficiente, tal como lo demostró con los universitarios en el primer semestre de su mandato y que también ha venido pidiendo insistentemente con las colectividades políticas sin caer en lo que bien llama el “transaccionismo”. Es decir, sin ceder ante el chantaje y el soborno políticos a cambio de respaldo para la agenda legislativa. Nadie dudaría, objetivamente, que es por ahí que comienza el cambio de las malas costumbres, donde se asienta el buen gobierno y que debe ser la conducta, a mantener, si verdaderamente se quiere disolver el fermento de la corrupción en vez de disfrazarlo de una fementida “representación política”.    

Hoy por ejemplo está claramente demostrado, a raíz del pasmoso y ridículo caso de alias “Santrich”, que fue una equivocación superlativa por parte del Congreso haber hecho caso omiso a las seis objeciones presidenciales y no haber concertado una salida conjunta al tema. Más cuando se trataba de ajustes mínimos a la ley estatutaria de la JEP para evitar, precisamente, los episodios de opereta que han ocurrido frente al país entero. Si se hubiera puesto seriedad al asunto, si se hubieran antepuesto las realidades obvias a los embelecos y las vanidades políticas, otro habría sido el asunto. De haber sido así, de haberse aceptado a comienzos de año el ajuste, muchas vergüenzas se habrían ahorrado a las instituciones colombianas. El proceso de paz ha quedado, de esta forma, nuevamente expósito por falta de cálculo y de miras, por falta de concertación y de sindéresis, produciendo la burla del fugitivo.

En tanto, Duque ha mantenido una línea de acción que no se ha apartado un ápice de sus propuestas de campaña. Está claramente definida su estrategia antidroga, que ha permitido al menos parar el rubro ascendente de los cultivos ilícitos, pendiente asimismo del pronunciamiento de la Corte Constitucional con respecto al glifosato. Del mismo modo, no ha cejado, pese a los fallos del mismo tribunal, de amparar a la niñez y la juventud del microtráfico y el consumo de drogas ilícitas en el espacio público, en los parques y en el entorno escolar. De igual manera ha propuesto llevar las penas hasta la cadena perpetua para violadores de niños. Su idea de crear y ampliar las escuelas a los padres de familia, para mejor la calidad y el alcance de la educación, ha sido de buen recibo. Por su parte, no ha dudado un minuto en apartar a los funcionarios, como algunos oficiales de las FFMM, denunciados de corrupción. De otro lado, Duque ha querido mandar señales de identidad nacional en el bicentenario de la independencia y también con su visita a la virgen de Chiquinquirá sin por ello dejar a un lado la libertad de cultos. Mientras es claro, internacionalmente, que el principal problema de la región es la satrapía venezolana, y él mismo se ha convertido en punta de lanza de la defensa democrática suramericana. Como también es evidente que al mismo tiempo que pretende una economía con equidad social, también afinca sus esperanzas en la iniciativa privada, un Estado austero y programas innovadores.

En suma, nadie podría interrogarse hoy sobre cuál es el talante y la orientación del gobierno actual. Algunos llamarán a ello, una proyección nítida de centro-derecha. ¡Y a decir verdad que es así!