La democracia parlamentaria | El Nuevo Siglo
Sábado, 17 de Agosto de 2019

 

  • El gobierno de Italia en vilo
  • ¿El arte de gobernar con el enemigo?

Los distintos observadores y analistas europeos siguen con sumo interés la evolución de la crisis de gobernabilidad en Italia, en donde el régimen parlamentario se desenvuelve en medio de la crisis casi que continua, al punto que los políticos han desarrollado cierta capacidad de dormir con el enemigo, con un ojo abierto, siempre bajo el temor de una traición o un golpe bajo.

Matteo Salvini, poderoso condotiero de la derecha en el gobierno, hizo público días atrás que su partido, la Liga, deja de apoyar la alianza con el Movimiento 5 Estrellas, de perfil, antisistema. El ensayo de cohabitación entre estos extremos de la política, como el agua y el aceite, siempre ha sido precario y más en la medida en que las fuerzas políticas italianas se polarizan. ¿Cómo es posible gobernar con el enemigo, de no ser para combatir de consuno a las debilitadas fuerzas de centro de la democracia? Tarea que se torna imposible en la medida que la izquierda propicia la apertura y la mano tendida a los migrantes, los mismos que Salvini y sus seguidores no quieren que sigan arribando a su territorio, por temor a un derrumbe social de proporciones desestabilizadoras.

Mas a pesar de la polarización y el creciente favoritismo de Salvini en las encuestas, que le hizo calcular que era el momento de orquestar un golpe de mano y salir del incomodo arreglo con la izquierda antisistema, el centro no se desvanece del todo y un sistema parlamentario tan inestable como el italiano resurge, ahora, en medio de la crisis y se propone sostener al gobierno del primer ministro, Giuseppe Conte, una figura menor en medio de los condotieros, que proclaman un gobierno fuerte de corte fascista, sin llegar a los extremos de la toma por la fuerza de Roma, sino por medio de votos y con respeto de las reglas de la democracia, pese a la continua apelación a la demagogia de corte más sensacionalista que nacionalista.

Salvini, quien incluso ha manifestado públicamente su molestia con el papa Francisco por la defensa humanitaria de este a los desplazados, pretende hacer un gobierno más a la derecha y asumir toda la responsabilidad del poder. Lo apoyan los desarraigados de las urbes italianas, amplios sectores de la clase media, del Ejército y los nostálgicos del fascismo, que antes le dieron las mayorías a Silvio Berlusconi. Mas los moderados están por no aprobar una moción de censura contra Conte, en la medida que suponen que ir a unas elecciones favorecería las extremas y pondría en peligro su precaria fuerza en el Parlamento. Ello sin que Salvini dé su brazo a torcer, puesto que sabe que tarde o temprano el Legislativo se disolverá para dar oportunidad a las fuerzas políticas de todo calibre a reagruparse y definirse, con miras a los próximos años en el poder y su papel en la Unión Europea.

Al parecer en la Italia de hoy las coaliciones parlamentarias se desploman en cámara lenta, por lo que en apariencia cualquier arreglo político será temporal, dado que las distintas fuerzas reclaman el apoyo de los indecisos e indiferentes, que podrían terminar por definir los resultados electorales. Esa situación de inestabilidad podría favorecer a Salvini, cuyo electorado popular y de clase media reclama autoridad y orden.

Mas, con Conte, en su intento de favorecer un experimento temporal de convivencia entre antagonistas en el Parlamento, se teme que Italia entre en un túnel de indefiniciones, marchas y contramarchas, lo que sería un dolor de cabeza para la gente de la calle, dado que en 2018 se vivieron 88 días de interinidad oficial hasta formar el gobierno de coalición, cuando Salvini asumió el papel de viceprimer ministro y ministro del Interior, al prometer tomar medidas duras contra los inmigrantes indocumentados. La izquierda con Luigi Di Maio, del Movimiento Cinco Estrellas, como viceprimer ministro y ministro de Trabajo. Siendo elegido Giuseppe Conte, como primer ministro casi que decorativo, para terciar entre las partes.

Además de esas dificultades políticas, en Italia se registra un problema económico local, aupado por el efecto de la incertidumbre en la Eurozona y el impacto en los mercados globales por la “guerra económica” entre Estados Unidos y China. Se teme, con razón, que el país, sin un gobierno estable, pueda verse sacudido por la crisis económica y política. Más aún porque uno de los problemas que se afronta con la izquierda como socio político es que esta se niega a apoyar proyectos de desarrollo vitales para generar empleo, como la línea ferroviaria de alta velocidad entre Italia y Francia. La izquierda se opone por motivos ambientales y los costos monetarios, mientras la mayoría de la población respalda el proyecto, así como otras formaciones políticas de centro. Y no es el único desencuentro en una mixtura de gobierno de extremos que ya se evidenció muy poco viable, por lo menos al tenor de los últimos remezones.