Universidades en UCI | El Nuevo Siglo
Sábado, 8 de Agosto de 2020
  • En riesgo de perder 25% de matrículas
  • Es momento de redefiniciones y virajes

 

La educación superior colombiana, que venía enfrentando en los últimos años una grave crisis, vive ahora momentos de verdadera angustia. El riguroso confinamiento en que estamos desde marzo, resulta letal para la mayoría de las Instituciones de Educación Superior (IES) públicas y privadas, que tienen a la vista un semestre oscuro, con disminución significativa en el volumen de matrículas y la correlativa reducción de ingresos, lo que podría precipitar a algunas a la bancarrota.

Colombia tuvo un espectacular crecimiento de 130% en la tasa bruta matrícula entre los años 2000 y 2017, cuando pasó de 24.5% a 56.4%. Pero a partir de entonces comenzó a disminuir por varios factores. El primero es el demográfico debido al envejecimiento de la población, más el impacto de la reducción del número de hijos en los hogares, lo que comienza a afectar la cuota de jóvenes que ingresan a la universidad. También está la creciente tendencia -de alcance universal- en las nuevas generaciones a preferir programas cortos que faciliten y aceleren su ingreso al trabajo, en lugar de carreras largas. Esto se refuerza en la percepción costo-beneficio de cursar programas tradicionales de cuatro o cinco años, frente a las dificultades de acceder al mercado laboral y sobre todo a empleos bien remunerados. A eso se suman las dificultades económicas que enfrentan muchas familias.

Entre 2017 y 2018 las universidades colombianas registraron una disminución de la matrícula de unos 40.000 estudiantes, tendencia que se mantuvo en 2019. Esa situación desestabilizó a varios claustros, en particular a los que traían un acumulado de grandes inversiones relacionadas con la búsqueda de acreditación y certificación de programas. El actual cese de actividades por causa de la propagación del Covid-19, convirtió esa crisis en calamidad. Muchas personas y familias atribuladas por el coletazo económico de la pandemia no tienen la posibilidad de pagar las matrículas. Y con la destrucción de buena parte del aparato productivo y otras prioridades a la vista, se reducen los espacios para la inversión pública.

La Asociación Colombiana de Universidades (Ascun) calcula que la deserción para el segundo semestre estará entre 23% y 25%, pero hay expertos en el tema, como el exviceministro de Educación, Rafael Orduz, que estiman que en algunas instituciones este riesgo podría estar entre el 30% y el 60%.

De otro lado, la pandemia profundizó la crisis pero a la vez reveló con mayor nitidez los caminos a seguir y los temas que tienen que resolver las IES en busca de un futuro estable y promisorio. Ello parte por conectar vigorosamente sus programas con las necesidades del desarrollo y con las realidades del mercado laboral. Y eso implica dar un fuerte timonazo en busca de diversidad, amplitud y flexibilidad en los currículos.

El confinamiento puso en primer plano el debate que se venía dando soterradamente entre las tradiciones de la educación presencial y las nuevas modalidades de la educación virtual. El país vio en la realidad algo que hasta ahora solo se discutía en los círculos académicos: no estamos preparados para la virtualidad. Un informe del Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana señala que 96% de nuestros municipios no tiene los recursos ni la infraestructura que se requieren para los cursos virtuales. Con muy contadas excepciones, en la mayoría de las IES predominan los programas y las metodologías tradicionales. En el año 2018 había en Colombia 2.4 millones de estudiantes en la educación superior, 80.4% de los cuales estaban matriculados en programas de educación presencial. Desde el Estado y el sistema educativo falta un largo camino por recorrer para terminar la infraestructura y adelantar las reformas necesarias para fortalecer la virtualidad. Por la crisis lo que hay ahora en colegios y universidades es el uso temporal e improvisado de herramientas de conectividad para dictar clases pero se está lejos de la tecnología y las plataformas pedagógicas que exige la virtualidad.

Colombia gasta en educación 5.7% del PIB -el promedio OCDE es 5%-. No es una buena noticia para las instituciones educativas, las IES en particular, porque indica que podemos estar cerca de los topes máximos y, como ya dijimos, el Gobierno debe atender muchos otros frentes, lo cual también le resta factibilidad al anhelo actual de algunos estudiantes, en especial de claustros públicos, de la matrícula cero a cargo del Estado, que costaría alrededor de 1 billón de pesos por semestre. Las universidades que se lo pueden permitir atienden la tormenta ofreciendo créditos y descuentos para retener estudiantes. Lo único seguro es que la pandemia llevará al naufragio a algunas IES y obligará a las que sobrevivan a una profunda transformación académica y tecnológica. Y al país a rediseñar el sistema para que la universidad sea el gran soporte del progreso y para que deje de ser un sueño irrealizable para los colombianos más pobres.