Bumerán de las redes sociales | El Nuevo Siglo
Lunes, 28 de Septiembre de 2020
  • Mea culpa de los creativos
  • Hijos de polarización, espionaje y odio

 

Al término de una larga investigación sobre el mundo de los algoritmos y de entrevistar a exdirectivos de las principales empresas del “social media”, el cineasta Jeff Orlowski deja una recomendación precisa y radical a los habitantes de la Tierra: “sálganse cuanto antes de todas las redes sociales”.

Orlowski es el director del documental “El dilema de las redes sociales”, publicado por Netflix con gran éxito de sintonía en todos los continentes. La producción  resume con claridad y contundencia para todos los públicos las dramáticas consecuencias políticas y sociales que tiene para el mundo la dictadura de estos gigantes de la tecnología: Facebook, Google, Amazon, Apple y Microsoft.        

Los testimonios ratifican denuncias de la academia y de algunos medios de comunicación: los algoritmos controlan nuestras vidas y nos llegan a conocer más profundamente que nuestros mejores amigos. En ese orden de ideas, consideran que nada de lo que hacemos en las redes sociales es inocente ni neutral, pues empresas como Google o Facebook nos espían, guardan y clasifican lo que hacemos en nuestras visitas para saber qué nos interesa, lo que queremos comprar y cuáles son nuestras preferencias en información, música, lecturas, gastronomía…

Los entrevistados formaron parte de los equipos más importantes de tecnología, desarrollo y ventas de varias de esas empresas. Muchos de ellos hoy miran con arrepentimiento las graves carencias o trasgresiones éticas de los modelos que crearon. Descifran secretos y trucos: nadie paga por usar las redes sociales pero las plataformas conforman la industria más próspera y multimillonaria del planeta. Esa aparente contradicción se explica en que los usuarios son el producto. El capital lo aportan personas o empresas interesadas en influenciarnos y manipularnos. Convierten nuestros datos y nuestra información en miles de millones de dólares. El negocio consiste en captar la atención y la fidelidad de la gente. Entre más usuarios acumulen y más o mejor sepan de ellos, tienen más información útil y comercializable.

Según no pocos expertos, estos ‘monstruos’ de la tecnología lograron en muy poco tiempo la mayor concentración de poder en la historia de la humanidad. Ganan mucho más que el resto de empresas del planeta, dominan la banca, el comercio, la comunicación, los gobiernos y todas las actividades humanas. Ello gracias a que les entregamos pasiva y continuamente segmentos fundamentales de nuestra vida pública y privada, a través de la adicción -desde el celular, las tabletas y los computadores-, a videos, fotografías, mensajes, compras y consultas.

Son múltiples y graves los estragos de esa intensiva, solapada y constante búsqueda de convertir a la gente en rebaño así como de la constante manipulación de sus intereses y preferencias, anhelos y vanidades. Jonathan Haidt, un psicólogo social, alerta acerca de la multiplicación de casos de depresión y de suicidios de adolescentes en Estados Unidos, relacionados con traumas por la interacción en redes sociales.

Para nutrir e impulsar su negocio las plataformas necesitan que seamos felices. Así está construida la lógica algorítmica de su “feed” de información que prioriza y nos entrega lo que nos gusta y lo que sea acorde con nuestras preferencias e ideología. Nos aíslan en información sin contraste y en comunidades integradas por personas que piensan como nosotros, lo cual explica que las redes sean también grandes fuentes de manipulación política, lo cual se hizo evidente en las elecciones de 2016 en Estados Unidos.  

Tim Kendall, exdirector de monetización de Facebook y expresidente de Pinterest, subraya que las plataformas se crearon para visibilizar opiniones y potenciar la participación pública. Lo que confirma su rol en fenómenos como la “primavera árabe” o la protestas en Hong Kong o Xinjiang en China. Pero la otra cara de la moneda está en la evidencia de que son fuente de manipulación. El documental destaca la fácil propagación de 'fake news’ como una de las consecuencias más graves, no solo en la intervención en procesos electorales sino en otras expresiones de la vida cotidiana que han llevado en tiempos recientes a excesos tragicómicos como que millones de personas crean y divulguen que la Tierra es plana, que no existe el cambio climático, o que la Covid-19 es una invención de los chinos y una conspiración en torno de la tecnología 5G.

El debate más importante y oportuno que aporta el documental para un momento como el que vive Colombia es el enorme rol que tienen las redes sociales para incentivar la polarización política, lo que tiene convertidos en calderas a punto de estallar a varios países de todos los continentes. La perniciosa y amenazante presencia en la política de ese negocio casi perfecto: millones de personas sumidas en la interacción social, inconscientes de que al mismo tiempo son vigiladas, controladas y objeto de oscuras formas de manipulación. Jaron Lanier, autor del libro “Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato”, entrega al respecto, al final del documental, su pronóstico lapidario: “si seguimos así durante otros, digamos 20 años, probablemente destruiremos nuestra civilización a través de la ignorancia deliberada".