Los peligros de la deuda | El Nuevo Siglo
Miércoles, 14 de Octubre de 2020

* Cautela en medio del plan de contingencia

* Es urgente despejar la opacidad del gasto

 

Con los últimos datos revelados por el Banco de la República sobre el nivel que ha alcanzado la deuda externa del país, que ya bordea 60% del Producto Interno Bruto (PIB), se han comenzado a plantear algunos interrogantes ¿Qué opinarán las agencias calificadoras? ¿Es sostenible este nivel de endeudamiento? ¿Hasta cuándo podremos seguir aumentando la deuda pública para atender las emergencias de la pandemia? Este Diario ha publicado ya varios informes al respecto y es necesario seguir profundizando sobre un tema tan delicado y trascendental para el país.

En primer lugar, no sobra recordar que siempre en la historia financiera del mundo tanto las guerras como las grandes emergencias se han atendido -en una primera instancia- aumentando los niveles de la deuda pública. Así lo hizo el Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial, y así procedieron los Estados Unidos para financiar los inmensos requerimientos de la Segunda. Y exactamente así está aconteciendo hoy en casi todos los países para atender los gastos inesperados e inmensos que plantea la crisis por el coronavirus.

Pasada la emergencia suele sobrevenir un periodo de tranquilidad y de mejor crecimiento económico que por sí solo, al cabo de unos pocos años, va “licuando” los altos niveles de endeudamiento público en que hubo que incurrir. Y también vienen medidas de carácter tributario que hacen crecer los recaudos fiscales, con lo cual se aminora el peso relativo de la deuda.

Algo parecido está sucediendo en Colombia, y, por tanto, el aumento de la deuda pública que ya empiezan a mostrar las cifras oficiales no debe hacernos perder la calma. Se espera que a partir del 2021 el crecimiento económico retome signos positivos. Y ya el Gobierno -aunque casi a regañadientes- ha debido aceptar que en cuanto se supere la pandemia habrá que pensar en una reforma tributaria que aumente los recaudos públicos en no menos de 20 billones de pesos anuales.

En el entretanto la gran incógnita sigue centrada en lo que pueda suceder en el 2020. Las iniciales proyecciones optimistas del Ejecutivo, según las cuales durante el año en curso el PIB apenas caería un 5,5%, parecen estar desfasadas. El FMI estima que en este año la economía colombiana se desplomará un 8,2%, y las alertas de nuevos rebrotes del Covid-19, e incluso de confinamientos adicionales, nos deben hacer ser extremadamente cautelosos. Las cifras del desempleo siguen también muy altas, superando el 20%, y en algunas ciudades el inquietante nivel del 30%. Este será, pues, el “año terrible” no solo para Colombia sino para el mundo en general. Todas las esperanzas están cifradas en el “rebote” de la economía doméstica y mundial -como ahora se dice- que debe tener lugar a partir del 2021.

Frente a este panorama es muy difícil pretender que la deuda pública no muestre una línea ascendente en este año, en el que se han debido atender inmensos gastos, pero en el que no habrá aún ni crecimiento económico positivo ni reforma tributaria. Así viene aconteciendo en casi todo el planeta. Y las agencias calificadoras internacionales deberían entenderlo.

Ahora bien, lo anterior no significa que el Gobierno se abstenga de hacer un esfuerzo para no soltar irresponsablemente las riendas de la deuda pública en las circunstancias actuales. Se requiere prudencia y sindéresis, algo que en líneas generales se está haciendo. Pero, además, debe ser más cuidadoso en la presentación del tablero de control de gastos en que se está incurriendo durante la pandemia.

Sobre esto último hay todavía nubes de oscuridad. El propio Ejecutivo dice estar gastando 11% del PIB en la pandemia, mientras que entidades como Cepal afirman que apenas estamos comprometiendo 2,5%. Se requiere plena claridad, entre otras cosas, para que el análisis académico esté fundado en informaciones creíbles. Cada ministerio y la Presidencia misma informan a diario sobre una catarata de ayudas sectoriales, pero nadie está consolidando el valor fiscal de las mismas. Deberíamos organizar un sistema similar al que tiene Nueva Zelanda: una página web que, en tiempo real, le informa a la ciudadanía cuánto le está costando al fisco la lucha contra la pandemia.

Hay que ser claros: no porque haya muchos anuncios quiere decir que exista una buena información sobre este sensible asunto. En Colombia estamos teniendo lo primero, pero no lo segundo.