“La hora de la verdad” del Brexit | El Nuevo Siglo
AFP
Miércoles, 17 de Octubre de 2018
Redacción internacional
Emisarios de la UE han denominado así la reunión con May para finiquitar el acuerdo de salida del bloque, que aún sigue trabado

 

HABLAR del proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea es como referirse a algo espumoso que en cualquier momento puede terminar en estado sólido o disolverse. No avanza, pero tampoco se estanca. Persiste, como las largas discusiones en el Parlamento Europeo -a veces bizantinas a veces no- en un estado de indefinición que a más de un británico le está costando su puesto o su credibilidad, incapaces de materializar su interés por dejar el bloque continental.

Theresa May, primera ministra del Reino Unido, ha intentado a toda costa lograr un acuerdo que le convenga a las partes. Ha buscado, de un lado, satisfacer a Bruselas (sede de la UE) bajo la consigna de que el acuerdo de salida no debe perjudicar los intereses de Londres. En estricto sentido, ha sido víctima de su neutralidad, pues, según los defensores del “Brexit duro”, si cualquiera de ellos hubiese negociado, Reino Unido ya no sería parte de la UE.

En Bruselas, donde se reúne esta semana con los principales líderes de Europa para destrabar las negociaciones estancadas tras dos años de negociaciones, May intenta cerrarle la boca a sus contradictores.  De momento, su intención se ha quedado como las negaciones: en palabras.

Otra vez en Bruselas

La importancia de la cumbre es de tal magnitud que ha sido denominada como “la hora de la verdad”, una expresión que no solo demuestra el afán de la Primera Ministra para convencer al Parlamento, sino la premura de la UE, que ya parece cansada de las negociaciones.

Marzo de 2019 se ha establecido como la fecha límite para que Reino Unido abandone totalmente la comunidad europea, tiempo que parece incumplible si esta cumbre, a pocos meses de que finalice el año, no es exitosa.

En declaraciones a los medios ingleses, May ha dicho que desde que llegó a Bruselas viene “trabajando de manera intensa. En los próximos días y semanas, creo que podríamos alcanzar un acuerdo, un acuerdo que todo el mundo quiere y que es del interés no solo del Reino Unido sino también de la UE”.

La razón principal por la que May y la UE no han llegado a un acuerdo final radica en el norte de Gran Bretaña. Se trata de un problema hondo y de larga data: los controles aduaneros entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda.

Estos países, que han tenido históricos enfrentamientos por razones religiosas, interpretan los derechos aduaneros de formas radicalmente distintas. May, según The Economist, ha estado “de acuerdo en que, si bien la intención era evitar los controles fronterizos a través de un acuerdo de libre comercio integral, se necesita una solución de respaldo para garantizar que no hubiera fronteras difíciles en ninguna circunstancia”.

Con el paso del tiempo y las presiones políticas, la Primera Ministra ha ido cambiando su visión. Un sector del Partido Conservador (tories), colectividad de la que hace parte desde que empezó en la política y por la que fue elegida por el Parlamento para reemplazar a Tony Blair, quiere que deje el poder. Para manejar estas presionas, ha decidido aliarse con el Partido Sindical Democrático, con sede en Irlanda del Norte, que rechaza el acuerdo sobre las fronteras.

Los norirlandeses, de fuertes convicciones protestantes, proponen que los controles aduaneros se mantengan como “un todo temporalmente” y bajo las mismas reglas, hasta que la tecnología “permita que se eliminen los controles físicos”, escribe un medio de comunicación inglés. La UE rechaza sobre todo la idea de la tecnología y no cree que sea la solución a futuro para las cuestiones aduaneras.

Riesgos

Ante la negativa de Bruselas y la inconmensurable posición del partido mayoritario en Irlanda del Norte, May sigue en el ojo del huracán, por la dificultad para conciliar ambas posturas. La UE no está dispuesta a variar sus posiciones sobre el tema aduanero y los norirlandeses entienden que son el hilo del que pende el Gobierno de la Primera Ministra, por lo que están sacando rédito de su momentáneo éxito político.

Luego de la vista a la capital belga, May debe presentar el posible acuerdo con Bruselas y esperar a que sea aprobado. Esta posibilidad, por diferentes motivos, parece lejana, al menos hoy.

La disidencia conservadora, por un lado, sigue insistiendo en que es mejor un “Brexit duro”, que un mal acuerdo. El líder de esta iniciativa, el pintoresco Boris Johnson, excanciller y exalcalde de Londres, ha dicho que buscará suceder a May por su incapacidad para negociar la salida del Reino Unido del bloque continental. A este sector conservador se le unen los radicales de Ukyp, un partido que lideró la campaña a favor del “Brexit”.

Sin el apoyo de estos sectores y el interés de los laboristas en retornar al poder de la mano de Jeremy Corbyn, May podría enfrentar un difícil camino las próximas semanas, que desembocaría en elecciones generales o en un segundo referendo sobre el “Brexit”, una posibilidad que viene tomando fuerza desde hace meses.

Europa, aparte de los problemas locales de la Primera Ministra, parece ser otro óbice. No porque no quiera negociar la salida, sino que ya se está cansando de los negociaciones.

Líderes de la talla de Ángela Merkel han empezado a decir que su país ya se prepara para “toda las hipótesis, incluida la de una salida de la UE del Reino Unido sin acuerdo”.

El planteamiento de la Canciller alemana no es descabellado. Londres puede terminar saliendo del bloque económico sin ningún acuerdo. Una amenaza que puede, como creen algunos en Reino Unido, desembocar en un segundo referendo. Para los defensores del “Brexit”, un atentado contra la democracia.