La modernidad conservadora | El Nuevo Siglo
Martes, 8 de Octubre de 2019
  • 170 años de vigencia ideológica
  • Una plataforma con vocación de futuro

 

 

La vigencia ideológica y programática del Partido Conservador colombiano es hoy, justo al cumplirse 170 años de fundado, un hecho fácilmente constatable a partir de un estudio sereno e imparcial sobre su transcurso histórico y su vocación de futuro.

En principio vale decir que aquella fue la ideología sustancial que permitió, desde la Independencia, que Colombia llegara a ser lo que es en la actualidad, con todas sus vicisitudes y dificultades.

En efecto, en los primeros 50 años de vida republicana el conservatismo se convirtió en la fuerza gravitante que permitió superar el inmenso daño del colapso político grancolombiano, a manos de la dinámica dispersiva y nefanda de los componentes ideológicos adversos. Lo que a la larga y por fortuna permitió afianzar la unidad nacional tras la pírrica victoria de los demagogos y los clientelistas a la muerte del Libertador.

A través de las décadas pudo entonces conseguirse el triunfo de la libertad sobre el libertinaje, con base en el concepto del orden, y en buena medida se logró superar la anarquía como formulación gubernamental. Esa fue la primera victoria conservadora: lograr institucionalmente la unidad nacional. Circunstancia que hoy parecería de poca monta pero que en ese largo trayecto de desorientación era fundamental en la viabilidad de Colombia como país y que, como aporte partidista insoslayable, fue el activo fijo de mayor valía sobre el cual pudo comenzar a pensarse en la creación de una verdadera nación.

Con base en esos dictámenes de estabilidad y regeneración, la coalición conservadora en el poder emitió la Constitución de 1886, sobre cuyas cláusulas los partidos gobernaron por 100 años. En un comienzo, al cambio de siglo, las fuerzas anarquizantes intentaron mantener la disolución política armada como un propósito partidista, hecho que llevó a la peor guerra interna en la historia del país, a un descalabro económico sin parangón y a la pérdida de Panamá. Pero el conservatismo supo sobreponerse a tan drástica y lamentable situación, tras de lo cual produjo una reforma de amplio alcance que afianzó la democracia, abrió el camino al sufragio universal y sentó las bases de la modernidad institucional. A ello el conservatismo añadió, posteriormente, la creación de instituciones vitales en el orden económico, como la fundación del Banco de la República y el sistema de control fiscal. De tal manera el país adquirió un semblante apropiado a la modernidad y la empresa privada pudo encontrar un manejo de la economía diferente a los simples vaivenes políticos.        

No fue fácil, de otra parte, adquirir la cultura democrática de la alternación del poder en el país. En medio de la turbulencia mundial, en la época de entreguerras y aun después, de 1930 y hasta 1953, la pugna entre los partidos tuvo repercusiones violentas, de ambas partes, lo que más tarde llevó a la paz pactada en el Frente Nacional, propuesta central del conservatismo para producir la reconciliación política y el regreso a la democracia luego de la usurpación militar. Antes de ello, en el tramo de los gobiernos conservadores, el país contó con una expansión económica sin precedentes, bajísima inflación y devaluación, nivelación de salarios e incorporación de nuevas garantías sociales, así como el establecimiento de organismos estatales cruciales como Ecopetrol, en la explotación petrolera, y el Sena, en la capacitación laboral.

En los últimos 50 años muchas fueron en principio las iniciativas prioritarias conservadoras, entre ellas la elección popular de alcaldes, fortaleciendo la democracia local y poniendo el país a tono con los tiempos modernos; lo mismo que los gigantescos aportes del Código de Recursos Naturales, base axiológica de las instituciones ambientales actuales; así como la tesis hasta entonces inédita de llegar a la paz con la subversión por la vía dialogada y sin desmedro de las instituciones. Sin embargo, hubo de esperarse hasta la Constitución de 1991 para que, luego de múltiples intentos, el conservatismo pudiera ver hechas realidad otras propuestas primordiales en la modernización del país: la planeación económica democrática y el plan plurianual de inversiones; la Fiscalía General de la Nación; la autonomía presupuestal de la justicia; la doble vuelta presidencial; la menor tramitomanía; la independencia del Banco de la República; las nociones del desarrollo sostenible; y otras de no menor envergadura.

Puede decirse pues que el conservatismo, aun antes de su fundación, ha sido parte clave en la construcción del país. Formalmente tiene 170 años, pero sus raíces se hunden mucho más atrás. Hoy en día su Decálogo del 4 de octubre de 1849, como ética del servicio público y el humanismo en todas las esferas, mantiene plena vigencia y una vocación de futuro incuestionable. Habrá que recabar en mayor medida en sus propuestas de los jueces de paz, de amparo a los campesinos, de desarrollo integral de las zonas periféricas, de consolidación de la soberanía y las Fuerzas Militares, de una justicia más cercana al ciudadano, de menores trabas a la iniciativa privada y el mercado laboral, de acceso popular a la cultura y otras más. En todo caso nunca renunciará el Partido Conservador, como quedó demostrado en sus celebraciones de la semana pasada, a llevar la batuta de la unidad y la modernización colombiana, tal cual lo ha demostrado desde la Independencia.