Censo y planificación | El Nuevo Siglo
Viernes, 9 de Noviembre de 2018
  • Esperar a que se oficialicen los resultados
  • Ajustar Plan de Desarrollo en construcción

 

Lo que separa a un país con altos niveles de desarrollo de otro con rubros regulares o bajos no es necesariamente la cantidad de recursos de que dispone ni la fortaleza de su economía. En realidad, es la planificación objetiva y realista que hace de sus posibilidades productivas, el recurso humano con que cuenta y el impacto de esa sinergia en la calidad de vida general. Y la clave de la buena planificación estatal es la información actualizada. Es allí en donde los censos poblacionales se vuelven determinantes para cualquier nación, puesto que la perfilación de las características demográficas, económicas, sociales, culturales, ambientales, territoriales y de un sinnúmero de características más es lo que permite a los gobiernos e instituciones formular las políticas públicas de desarrollo.

Esa premisa, por demás teórica, es la que no debe perderse de vista en momentos en que Colombia se prepara a conocer los resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda 2018. Esta semana, precisamente, se llevó a cabo la segunda entrega preliminar de datos de ese empadronamiento, en el marco de la cual uno de los que más impactó fue el referido a que nuestro país no tendría más de 45,5 millones de habitantes. Sorprendió ese rubro, ya que las propias proyecciones que venía realizando el DANE con base en el último censo, el de 2005, señalaban que, precisamente, ya estábamos en los 50 millones de colombianos.

Como era de esperar ese desfase de cifras ha generado múltiples polémicas e incluso críticas, sin fundamentación sólida por el momento, sugiriendo  errores crasos en la metodología censal. Incluso se han tomado algunos problemas puntuales y localizados que se registraron en la recolección de la información en algunas zonas para tratar de sobredimensionar su efecto y sugerir, de forma por demás apresurada, que hubo centenares de miles de personas que no fueron contabilizadas.

Frente a todo ello hay que tener tres aspectos en claro. Primero, que la metodología censal que se aplicó no es improvisada ni inventada de un día para otro. Además, una vez finiquite todo el ejercicio de empadronamiento se procede a una revisión de los resultados con el fin de asegurar su fiabilidad. En segundo término, que seamos 45,5 y no 50 millones de habitantes puede que sea sorpresivo, pero si esas son las cifras que arroja este conteo poblacional hay que aceptarlas y adecuar la planificación de las políticas públicas a esos rubros. En tercer lugar, hay que entender que el país en los últimos años ha cambiado de forma sustancial por elementos internos y exógenos. Por ejemplo es claro, con base en las cifras preliminares que se han entregado, que los hogares están constituidos por cada vez menos personas (incluso por debajo de un promedio estadístico de tres integrantes) y ello impacta los índices de natalidad. Por igual, la esperanza de vida ha ido aumentando año tras año en la medida en que hay menos personas en la franja de la pobreza extrema o el índice de necesidades básicas insatisfechas retrocede, sin que ello signifique esconder que seguimos siendo una de las naciones con mayor desigualdad en el continente. Lo que sí parece obvio es que al ser menos habitantes de los calculados con el reloj poblacional del DANE en los últimos años, el índice per cápita se incrementará en algunos puntos.

Lo importante, en todo caso, es esperar a que el Censo termine, se le aplique la respectiva prueba ácida a sus resultados y se oficialicen las cifras poblacionales y demás aspectos transversales que se indagaron. Solo entonces el DANE podrá aclarar objetivamente todas las dudas que se ciernen al respecto. Por ejemplo, la Secretaría de Planeación de Bogotá requiere precisiones sobre por qué creció tan poco la población en la ciudad en la última década, si elementos fácticos como el cruce de nacimientos y fallecidos, conexiones de servicios públicos y escrituración de vivienda nueva permiten vislumbrar números más altos.

Mientras ello ocurre, sería bueno que el Gobierno pensara en darle tiempo al DANE para oficializar el resultado del Censo con el fin de ajustar al mismo las bases del Plan Nacional de Desarrollo para el cuatrienio, que se supone debe ser llevado al Congreso al comienzo del segundo tramo de legislatura en marzo próximo. Las políticas públicas que allí se delinearán es claro que deberán referirse a esta nueva realidad estadística. Casi cinco millones de personas menos tienen un efecto sustancial en temas como la focalización de subsidios, los giros presupuestales de la Nación a gobernaciones y municipios, la cobertura de los servicios públicos, salud, educación, inversión de regalías,  e incluso la composición del Congreso, las asambleas y los concejos…

Como se dijo, lo mejor es esperar a que el Censo se oficialice y reformular la política estatal a partir de esa nueva realidad nacional, que es el fin último de la planificación estatal moderna y actualizada.